La calidad de Sebastian es incuestionable. Cualquiera con dos dedos de frente debe aceptar como bueno que el chaval está llamado a ser uno de los grandes, quizá de los más grandes dada su indiscutible precocidad… si le dejan, porque sin querer o queriendo, su trayectoria me recuerda a la de Lewis Hamilton, por deslumbrante, por encorsetada y también por precipitada.
El británico y el alemán, queramos o no, no son ases como los de antes ni se pueden vender como tales porque ambos pertenecen a parroquias muy cerradas, y tal y como están las cosas, incluso resulta complicado verles lejos de ellas. En McLaren y Red Bull (la Toro Rosso de 2008 era también Red Bull) cumpliendo cadena perpetua, lo que supone un handicap para sus respectivas carreras si es que sus proyecciones profesionales interesaran realmente a los que manejan los hilos que hoy por hoy los mantienen en pie.
Hamilton ha fracasado estrepitosamente cuando su escudería ha perdido pie, y eso que ha tenido a su sombra hombres de paja, sacrificables, más o menos duros, que garantizaban una épica que habría terminado por despuntar sin tanta ayuda. Y a Vettel le está sucediendo lo mismo, porque a pesar de ser éste su segundo año en la austriaca, difícilmente se le puede barruntar una prolongación de sus éxitos que no pase por una nueva genialidad de Adrian Newey o la FIA.
Este nuevo escenario de mercadotecnia que plantea el entorno inmediato de estos dos tipos sobresalientes supone una vuelta de tuerca al tradicional tratamiento de la carne en el paddock, al que por otro lado nos hemos ido acostumbrando con el paso de los años hasta el punto de que ya ni nos molesta. Un nuevo modelo de explotación, en una palabra, que no atiende tanto a la calidad del piloto como a su capacidad para servir a determinados intereses que sea dicho de paso, tienen muy poco que ver con lo deportivo.
Si antes un piloto en los inicios de su carrera era mercancía susceptible de ser valorada al alza o a la baja por sus propios méritos, de manera independiente al equipo en que militase, para que nos entendamos, ya no parece posible, y es que ahora… ¡ay ahora! Ahora la cosa viene en paquete sellado al vacío en plástico, como en los frigoríficos de los supermercados. Un lo tomas o lo dejas del que es difícil distanciarse para elegir, en el que es complicado indagar, separar, discernir, valorar…
¿Alguien imagina a Hamilton corriendo lejos del paraguas de Mercedes-Benz en una británica? ¿Hay quien lo sitúe en Ferrari? ¿Quién tiene narices de imaginarle un futuro cercano que no pase por un asiento de primera fila en una escudería que lo mime hasta el hartazgo? ¿Y Vettel?, ¿tal vez en Mercedes haciendo patria?
¿Alguien imagina a Hamilton corriendo lejos del paraguas de Mercedes-Benz en una británica? ¿Hay quien lo sitúe en Ferrari? ¿Quién tiene narices de imaginarle un futuro cercano que no pase por un asiento de primera fila en una escudería que lo mime hasta el hartazgo? ¿Y Vettel?, ¿tal vez en Mercedes haciendo patria?
Los nuevos tiempos nos devoran, como a ellos.
Hamilton y Vettel son claros ejemplos de hasta qué punto estamos llegando, suponen el nuevo paradigma, el nuevo estilo, la moderna comprensión de una F1 que se empeña en que un tipo valga lo que la escudería que le presta el mono y el volante, la que ha financiado su carrera y le abraza cálidamente cuando las cosas van mal o le jalea cuando vienen de cara, la que vela por su futuro inmediato o eterno, la que ampara sus éxitos aniquilando vilmente cualquier adversario que se sienta tentado de atender la llamada de ser compañero de la gesta artificial que rodea a los nuevos héroes prefabricados, cuando la lucha con iguales o parecidos les haría infinitamente más fuertes y deslumbrantes de lo que son…
¡Vettel, Vettel, Vettel!, el nuevo eslogan para este próximo invierno. ¿Y luego qué? ¿Cuando el éxito se haya acabado, qué? ¿Qué será de Sebastian cuando inevitablemente pierda brillo o sufra los rigores de una mala temporada?
¡Vettel, Vettel, Vettel!, el nuevo eslogan para este próximo invierno. ¿Y luego qué? ¿Cuando el éxito se haya acabado, qué? ¿Qué será de Sebastian cuando inevitablemente pierda brillo o sufra los rigores de una mala temporada?
Las relaciones de Dennis con Hamilton y Helmut con Vettel, creo de una calidad única en la parrilla, me hace pensar que esa carne que se asa, lo hace en su beneficio, son sus "productos", de los que esperan obtener beneficios.
ResponderEliminarHay deportes que se desangran por el dopaje, este lo hace por los abrazos de boa.
Muy interesantes reflexiones. La mercadotecnia amenaza con devorar al hombre que hay en cada piloto. Hace tiempo escribías de Felipe que “rojo o nada” y es interesante verlo desde esta perspectiva. También la salida de Fernando del Renault campeón de 05-06 como su forma de escapar del piloto-producto y así alcanzar una dimensión más real, de volver al modelo antiguo de piloto que instauró el gran Fangio: es necesario cambiar de escudería y seguir siendo fuerte, incluso volver a un equipo pequeño y seguir siendo fuerte. Ese era el nivel de exigencia.
ResponderEliminarFrente a eso los triunfos de los piloto-productos siempre nos parecerán un poco prefabricados, discutibles. Que Mateschitz o Dennis tengan objetivos más grandes que la consecución de los campeonatos nos revienta las pelotas porque este debía ser el objetivo sagrado si se quiere estar en Formula 1. Eso si que es hacer daño al deporte, más que las órdenes de equipo, sean estas con descaro o con subterfugios.
¡Saludos al anfitrión y a los invitados!
pues le pasará que hasta que no se jubile el nano no va a rascar nada de nada y si rasca algo será con "trampillas". Lo de pilotos prefabricados por sus escuderias es una verdad muy grande y que pena estos últimos que estén bajo el manto del equipo que le dio de mamar, esto no les va hacer nunca hombres (por lo menos dentro de la F1), casi todos los grandes nombres de este deporte han tenido algún problemon o varios en algún momento de su carrera en la F1.
ResponderEliminarPilotos prefabricados de los equipos??, no gracias. Genialidad y talento natural por encima de todo.
No cabe otra explicación posible más que la que expones...incómoda, lamentable, pero totalmente cierta.
ResponderEliminarFíjate que yo aún lo encuentro incomprensible. ¿Cómo son capaces de sacrificar un título de pilotos por la soberbia de la marca? Con el metálico del premio casi podrían cubrir el presupuesto del año que viene...¿no les hace falta? o ¿simplemente vende más la falsa "honorabilidad" de su conducta deportiva ?? No lo entiendo, preferir ser segundo
-con sello de la casa RB-, a ser primero por primera vez en su historia de la F1....
Es la más moderna versión del esclavo en galeras con el aro en la nariz. Lo curioso es que el chico del dedo se siente tan "protegido" que no es consciente de la telaraña en que se está metiendo.
Buenísimo artículo, Josetxu.
Coincido completamente con CSM, estamos asistiendo a una moderna versión del esclavo de galeras, pero si nos fijamos no es exclusivo de la Fórmula 1. En muchos otros deportes el deportista pertenece al equipo y en los casos en que ha potenciado su carrera es difícil pensar en otras posibilidades que no pasen por esperar a que la explotación haya sido completa.
ResponderEliminarEn los casos que menciona Orroe salta a la vista que Dennis o Mateschitz no van a soltar a sus pilotos hasta que no hayan sido exprimidos hasta la última gota de rendimiento porque han invertido un pastón en ellos.
Puede parecernos feo y contradictorio con la historia de la Fórmula 1, pero como ha comentado nuestro anfitrión vamos a tener que acostumbrarnos porque ese es el nuevo enfoque.
Saludos y perdonad el ladrillo.
Pepelu
Buenas noches.
ResponderEliminarJon ;) Joder, con tu permiso te tomo prestado lo de los abrazos de boa, porque es una definición absolutamente magistral :P
J-Car ;) ¡Cómo te echo de menos :P! Acabo de escribir sobre parecidos peligros y juro que seguiré buscando la coño belleza... es la única protesta que merece la pena ;)
Seeyouinthenextlife ;) Acaba de materializarlo el boss: será grande mientras RB pueda darle un buen coche... luego ya se verá :P
Concha ;) Ahora ya lo sabemos, no estaban sacrificando nada, estaban tendiendo una trampa a Ferrari para levantar su propio mito: el campeón más joven de la F1. Fernando lo ganó por méritos propios y contra un Leviatán como Schumacher, ésa es la diferencia.
José Luis ;) Llevas más razón que un santo. Es una plaga que afecta a todo el deporte profesionalizado y no sé de qué nos extrañamos, pero en fin, si nos quejamos a lo mejor llueve XDDDDD
Un abrazote, y disculpadme que os haya dejado algo desamparados ;P
Jose
¿Que me hechas de menos? XDDDDD ¡Te vas a hartar! Mira lo que te he dejado donde los mercaderes. Lo siento por la parrafada pero es lo que tiene el poder leer a salto de mata sin encontrar tiempo para responder. Muchas gracias por todos estos posts. Estás como nunca. Y los invitados… a donde nos lleves.
ResponderEliminar¡Saludos!