Supernanny

Fernando Alonso ha venido a pedir disculpas por el calentón del otro día, y el presidente de la FIFA, Joseph S. Blatter, las ha pedido por las cagadas de los colegiados durante la primera fase del Mundial de Fútbol.

Ambas situaciones, aunque respondiendo a diferentes circunstancias, tienen un denominador común: el doble rasero de medir que se casca la prensa deportiva británica, y lo menciono porque como Presidente de la República Independiente de Mi Casa (President of the Independent Republic of My Home), he declarado de manera unilateral una tregua de 72 horas en mis hostilidades ante tanta hipocresía, que ha entrado en vigor a las 00:00 horas de este primero de julio de 2010, a la espera de que Charlie Whiting, Bernie Ecclestone o Jean Todt, pidan públicas disculpas a los aficionados a la F1 por el lamentable espectáculo ofrecido durante el pasado G.P. de Europa [Valencia].

Consumido este prudencial periodo de tiempo que concluirá a las 00:00 horas del próximo domingo, y en caso de no verse satisfechas tan sencillas y razonables reclamaciones, juro que seguiremos haciéndonos daño.

Dicho esto, quería hablar hoy de la facilidad que sigue mostrando Red Bull para imponerse en escenarios en los que sus diferentes rivales desaparecen del mapa.

En el reciente y último Gran Premio pudimos verlo de nuevo. Tras una salida en la que Mark Webber desperdiciaba sus oportunidades, Sebastian Vettel aguantaba el envite de un Lewis Hamilton que llegaba a tocar con su rueda delantera izquierda la carrocería del RB6, para escaparse con facilidad y no verse inquietado lo más mínimo durante el transcurso de la prueba, salvo en el momento en que la desparición de pista del Coche de Seguridad permitía un nuevo ataque del piloto británico, del que el alemán volvía a salir ileso tras haber cometido un error que podía haberle costado la victoria.

Con razón decía Fernando Alonso que de haberse resuelto la prueba en condiciones menos turbias, habría podido optar a la segunda plaza, pues la primera sigue estando demasiado cara si la ocupa uno de los dos coches azul oscuro.

Disponiendo de aire limpio alrededor y buena velocidad, la afinada aerodinámica del RB6 impone sus reglas, resultando un vehículo imbatible salvo que medie el sostenimiento de una presión que origine posibles fallos mecánicos o incluso errores humanos, y el domingo pasado, el Mclaren de Hamilton no estuvo a la altura de poder hostigar de manera suficiente al monoplaza austriaco. Desperdiciados los momentos puntuales en que la debilidad de los Red Bull es manifiesta (salida), superarlos es una tarea casi imposible salvo que se recurra a una estrategia de acoso constante sobre ellos.

En este punto hay que recordar que si la testarudez y sangre fría de Mark Webber ha resultado siempre un factor determinante para la optimización de las bendiciones del RB6 cuando sale o marcha en cabeza, en el caso de su compañero Sebastian Vettel hay que reconocer que adolece de una cierta falta de confianza que merma sus posibilidades. Durante la disputa del G.P. de Europa el joven piloto se mostró demasiado nervioso en los momentos del despegue de su cohete, aunque justo es reconocerle que gestionó a la perfección una carrera que fue pan comido porque ni McLaren ni Ferrari estuvieron por la labor de molestarle.

Para concluir, dado que a Sebastian le gusta bautizar sus coches con referencias femeninas, le rogaría que cambiara el actual Randy Mandy por el más adecuado de Supernanny, porque juraría que a día de hoy, el RB6 sigue ayudándole a limar sus comprensibles asperezas como piloto.