Aparentemente no daba ni una en mis previsiones sobre Williams, aunque en mi descargo cabe decir que a la de Grove le ha pasado algo muy similar a lo que relataba anteayer sobre Renault, y de lo que hablaré de manera extendida en mis conclusiones generales sobre la temporada, porque el presupuesto se agotaba a inicios de sesión, gastado de forma bastante pertinente ante un campeonato que se preveía y prometía como contenido en el gasto, ya que la situaba entre las alternativas posibles... Pero la escudería no sabía o podía sobreponerse.
Por otro lado, con un monoplaza para otra historia, el rendimiento del motor Toyota no se mostraba lo suficientemente solvente como para salvar la papeleta que tenía ante sí el equipo de Sir Frank Williams.
Así las cosas, sin motor potente, y sin la ventaja estimable que había certificado la FIA a comienzos de sesión con la trágala de los holes, sin KERS también, los Williams volvían a ser lo que fueron: vehículos de mitad de parrilla sin demasiados recursos de los que tirar y dedicados a sobrevivir como buenamente se presentara.
En este orden de cosas, Rosberg y Nakajima parecían naufragar demasiado temprano, devolviéndonos a escenarios anteriores. Sin embargo, una vez las ventajas del doble difusor iban siendo paliadas por el resto de participantes, contra pronóstico, el hijo del gran Keke era capaz de mantener el tipo rubricando una mitad de temporada plagada de quintos y cuartos puestos, cuestión que dice mucho sobre la regularidad que ofrecía el FW31 y de su calidad como piloto, para a partir del G.P. de Italia diluirse de manera bastante comprensible a tenor de lo comentado en el párrafo inicial.
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