Epiphany

A veces ocurre que no basta con tener las mejores armas para ganar una guerra, y te das cuenta, y por ello conviene aceptar con la cabeza bien alta lo que viene tras la constancia de la derrota prematura. Eso en los mejores casos, cuando eres gallo de pelea, porque hay quienes se arrugan y lo dan todo por perdido, incluso la oportunidad de disfrutar de un gozoso tiempo muerto en el cual demostrar que se sigue vivo y con ganas.

Gracias a Dios, Fernando es del primer tipo de personas, y creo que a estas alturas de la película ya ha asumido que este año quedará convertido en un intermedio más (¡joder, qué largo se me está haciendo!), antes de volver por sus fueros, porque ganas se le ven, y aunque la sonrisa que preludiaba triunfos a comienzo de temporada se ha tornado menos reluciente, a nuestro chaval se le ve contento cuando su equipo no le estropea el esfuerzo. Él tiene futuro, y lo sabe.

El Nano no me preocupa, la que sí lo hace es su escuadra actual, Renault. Si a comienzos de la sesión se alzaban voces pidiendo más respeto por Pat Symonds y sus barrocas o tibias decisiones ante las críticas que apuntaban a que era pelín suicida mantenerlo en el muro, ha quedado claro que en F1 no se puede uno permitir el lujo de tener en nómina a un tipo capaz de desperdiciar un miserable punto, porque el desliz termina pasando factura, y lo que es peor, porque actitudes laxas, cobardes o erróneas como las de él o las de otros, llevan ácido en sus entrañas, cunden, y acaban con el ánimo de cualquiera.

Sea como fuere, toda la culpa no es ni de Pat ni de Flavio, máximo responsable del invento, sino de una serie de circunstancias encadenadas que han puesto de relieve que la Renault de 2009 tiene muy poco que ver, o nada, con aquella escudería que luchó con uñas y dientes por los campeonatos de 2005 y 2006; y lo digo porque el ornitorrinco era un coche sensiblemente mejor (sobre el papel, y a comienzos de sesión) que aquel R25 con que Fernando abordó la conquista de su primer título mundial. Obviamente, al R26 ni lo menciono, no era buen coche ni con calzado francés, pero el paralelismo entre el monoplaza de 2005 y el R29 sí me parece pertinente, porque ambos se crearon alrededor de un piloto con hambre de victoria y que entiende de vehículos…

Sí, se echan en falta los Michelin y un buen reglamento que no hubiese permitido trágalas y desvaríos. También se podría echar de menos algo más de cordura en el entorno que rige el deporte, y posiblemente menos ruido ambiental, pero la realidad se impone, y el ornitorrinco ha respondido cuando ha podido hacerlo, y en la misma medida en que lo hizo el R25 con sus rivales: nunca demasiado delante, pero sí con la suficiente consistencia como para aprovecharse de las debilidades de los otros de cara a rematar la faena.

Sinceramente no creo que el R29 le llegue a la altura del zapato al R24, pero es un coche de segunda línea (como casi todos los de Enstone de esta década, aunque en manos de Fernando se convierte en un ariete), que tras una pretemporada prometedora ha adolecido a continuación de incomprensión o de falta de mimo. Actualmente califica mal, va muy pobre a una o dos vueltas, pero el asturiano ha demostrado que es capaz de compensar en carrera las carencias que puede paliar, ya que las otras no hay quien las resuelva. Ni él, ni nadie en su misma situación, porque la que no ha hecho nada salvo empeorar las cosas o agravar los problemas, ha sido la escudería, esa Renault que ya no se puede mirar en ningún espejo porque no la reconoce ni la madre que la parió.