Azul y noche

La semana pasada me compré un teléfono inalámbrico con Bluetooth para compaginar mejor mis mañanas obligadamente telefónicas con el trabajo en el tablero de dibujo (las tardes son otra cosa). El resultado es bastante bueno salvo cuando me veo en un espejo enorme y roto que tengo en el estudio (no soy supersticioso, y menos ahora que ya han pasado los 7 años de maldición obligada después de que lo rompiera Joseba durante el traslado de 1996, al filo de 1997).

Como iba diciendo, cuando me vislumbro en el coño espejo sí que me veo raro con el pinganillo en la oreja, pero el invento funciona y he ganado algo de tiempo que desperdiciar en otras cosas. Sea como fuere, entre que Cata se rompió el metatarso del meñique de la mano izquierda a finales de agosto (rotura diafisaria, para más señas), que a mi madre la han operado de cataratas este martes pasado, que la tenemos en casa junto a mi suegra, y que Josu ha comenzado las clases, la vida transcurre a mi alrededor con bastante tranquilidad pero sin tiempo para nada, y el caso es que escribir en el blog se me ha puesto un poco a desmano, cosa que habréis notado.

Todo esto que os cuento parece no tener nada que ver con la F1, pero va al hilo. Tampoco es que importara de ser así, de que no fuera como va, pero no lo es porque imagino que algo parecido le tiene que estar pasando a Fernando con la que está cayendo sobre Renault. Sospecho que él ya tendrá inalámbricos con Bluetooth y otras cosas que le hagan llevadero su día a día, así que por descontado no hago comparación alguna, porque no cabría hacerla y porque él es un tipo que aguanta la presión mejor que yo, sospecho ingenuamente, aunque a lo mejor él no cambiaría su volante por mis dibujos y mis arrecifes, no lo sé, y la verdad es que no me importa…

Pero como imagino que sabéis por donde estoy arrimando el hocico, me dejo de circunloquios, porque estoy hasta las narices de que individuos que pretenden cobrar por la presión que dicen aguantar se escuden luego en la presión de las narices para justificar su poco decoro ante unas circunstancias que sufrimos el común de los mortales con bastante mejor talante y con menor sueldo, que hay que explicarlo todo.

El jefe te toca los cogieron y luego quiere invitarte a café, pues le mandas por donde amargan los pepinos, que ya somos mayorcitos todos. Que el jefe te dice que te tires por la ventana, pues que se tire él, que cobra más. Que te anima a que te partas el lomo contra un muro… ¡no me jodas!

No, no quiero hablar de la comidilla de la semana ni de las mierdas que está aireando la FIA para que Carlos Ghosn se lo piense dos veces antes de continuar un año más, mientras su máximo responsable augura que habrá más deserciones en la parrilla. No, quiero hablar de lo que estará aguantando el asturiano, de cómo lo soporta un profesional que se precia de serlo, de cómo disipa la presión para que no intervenga cuando no conviene que lo haga, de cómo se buscan los huecos necesarios, porque eso es lo importante cuando estás jugando al todo o nada, en la F1 o ejerciendo de logista, de comercial, de cajera, de periodista o de lo que sea. Se es o no se es, se está preparado o no se está preparado. Y cuando comprendes que preguntas tan sencillas como ¿a dónde vamos?, ¿de dónde venimos?, ¿a qué huelen las nubes? carecen de importancia cuando te sientes realmente bien porque hay esperanza y puedes rozarla aunque sea con la punta de los dedos, el resto sencillamente no importa, o al menos no debería hacerlo.

Yo lo tengo claro, madrugo, y entre las 07:30 y las 08:15, cuando el cielo se muestra entre azul y noche, me pongo las pilas y me recargo para todo el día, y me enfrento después a lo que venga porque me juego el cuello y las alubias a mi manera, en mi pequeño universo lleno de problemas. Sólo a partir de entonces me coloco en la oreja el pinganillo y me meto en faena, y si algo falla jamás recurro al rollo de la presión como ha hecho Nelsinho, porque sencillamente no cuela ya que a mí también me pagan por soportarla.