La imagen pública

A colación de mi comentario de anteayer (publicado ayer), ha surgido un pequeño debate sobre la blandura o dureza de los pilotos de F1 que me gustaría abordar con más tranquilidad en el de hoy, porque yo mismo incurría en la tramposa forma de ver las cosas que impone el criterio mediático.

Steve McQueen interpreta a un piloto (Michael Delaney) que tiene algunas cuentas pendientes con la vida y que encuentra en Le Mans la oportunidad de saldarlas. Vamos, que la imagen dura del actor estadounidense encaja a la perfección con el carismático personaje al que da vida, siendo así que ha impregnado la iconografía deportiva de forma bastante vicaria pero indeleble, porque asumiendo que ha habido pilotos duros y cariacontecidos, incluso huraños en lo sentimental, la verdad es que me cuesta bastante recordar algún nombre con que salpicar esta entrada. Por tanto, la imagen del bueno de Steve debe ser entendida en el contexto del guión de la película, y no en otro, porque en la cinta el que hace deporte de verdad es su coche, y sin querer, por enfatizar las virtudes del 917 me sumaba a la idiocia general que acostumbra a confundir churras con merinas (para más narices acusaba de algo parecido al bobo de creativo que había parido el spot. Disculpadme).

Dicho esto, el toque de atención que me ha dado R74 sirve para admitir que queda patente que sobre la imagen pública de la F1 habría mucho que decir, pues depende de los anhelos de los anunciantes que ponen el dinero para que la cosa funcione, y que esa y no otra es la razón de que hayamos pasado de una sensación varonil rotunda a otra más liviana o suave, dando el paso inevitable de desear consumir tabaco o gasolina a tragar con bancos y con empresas de alta tecnología (¡el devenir de los tiempos, como diría aquél!).

No intuyo nada malo en ello, lo reconozco; es un síntoma más de por dónde van los tiros y de cómo caemos en las sucesivas trampas que nos tiende el mercado, pero vista la profundidad a la que puede llegar todo esto, me apetecía poner en solfa lo errados que estamos, o que podemos estar, asumiendo mi parte de culpa, porque si utilizaba tres ejemplos de incapacidad manifiesta frente al 917, lo hacía fatal, dado que me refería a los vehículos y no a los hombres que los conducen. Así las cosas, y puesto que esto de escribir blogs permite desandar caminos equivocados en apenas unas horas, matizaría que Marc y su 908 no habrían podido superar al 917 por potencia y por limitaciones técnicas impuestas por lo diferente de los reglamentos; que Fernando ni lo habría intentado porque sería el primero en comprender que tratar de acercarse al monstruo habría resultado fatal; y que Lewis, dado su exceso de testosterona, habría quedado hecho migas al ser envuelto por las turbulencias que generaba la carrocería del vehículo alemán.

Por concluir. Creo sinceramente que los héroes modernos son muy parecidos a los antiguos aunque parecen otra cosa: lo que a los anunciantes les apetece que parezcan. ¿Kimi más duro que mi Felipe o Fernando? Lo dudo porque hay que tenerlos muy bien puestos para hacer lo que hizo el año pasado, incluso el anterior, mi querido brasileño; y ni os cuento (tal vez lo haga mañana) la lección que nos dio el Nano dando portazo a McLaren y abocándose a transitar el desierto a la espera de una nueva oportunidad (Steve habría bordado ese papel). Y lo afirmo porque lo único que ha cambiado es el tipo de vaselina con que el mercado sigue intentado darnos por ahí mismo, ya me entendéis.

Os leo.

PD: Se me ha fastidiado la alegría, vuelve el trabajo duro y andaré a salto de caballo, así que disculpadme las posibles tardanzas en editar y los retrasos en contestar ;)