Nunca digas nunca jamás

La cantidad de novedades incorporadas por los equipos ante la cita de Silverstone debería bastar para acallar a los que piensan que ya no queda nada por hacer, porque por lo visto hay quien cree lo contrario y se ha puesto a la faena de vender cara su piel, como Dios manda, al más puro estilo deportivo que conozco, y que conste que sé de lo que hablo porque he cosechado algunos éxitos traseros en mi corta y espantosa trayectoria como nadador encuadrado en las nutridas huestes de la Sociedad Deportiva Náutica de Portugalete, con cuya narración aburriré a mis nietos, y de la que os puedo brindar dos guindas por intentar levantaros el ánimo:

La primera se refiere a mi participación en un campeonato interclubes que buscaba al mejor nadador de Vizcaya (¡manda huevos la iniciativa!). Pues bien, ocupé el último puesto, obviamente, y con un par. 

Pero lo cachondo del asunto no fue eso, sino que en la prueba de 100 metros mariposa mezclaron los restos de los alevines, cadetes y juveniles que habían quedado descolgados por tiempos y apellidos (orden alfabético, se entiende), queriendo la fortuna que en la que yo nadaba se encontraran dos representantes de la primera categoría y el que os escribe como defensor de la más elevada, sólo, con diecisiete años, en la calle cinco; custodiado por un chaval que no levantaba dos palmos del suelo en la seis, con una mirada de querer hacerme morder el polvo que me puso los pelos de punta; y en la cuatro, un chiquillo desgarbado, un hilo de mirada perdida que se me antojó un demonio emboscado, de puro ausente. 

¡La madre que me parió! Juro por lo más sagrado que en la vida he pasado tanto miedo a hacer el ridículo, aunque debo dar gracias al canguelo que padecí, pues debido al infortunio obtuve mi mejor marca personal en la especialidad en aquel reto precisamente, aunque al final no me sirviera de nada.

La segunda corresponde a mi participación en la última travesía desde Ciérbana a Algorta (un buen trecho de agua salada, os lo aseguro), en la que quedé penúltimo, ocupando el puesto cuadragésimo segundo, justo delante de un jubilado septuagenario, pero llegando como un titán aunque ya hubiera sido retirada la mesa de los comisarios. Me perdí en el mar, perdí las referencias y para cuando retomé el rumbo ya era demasiado tarde. Fui el único nadador que dejó a su derecha el barco de cabotaje que todo el mundo había dejado a su izquierda, el único que vio la playa de Arrigunaga de frente. ¡Impagable!

Otro día os cuento cómo en mi etapa de atleta… Mejor lo dejo. Aquello era espíritu deportivo en estado puro, lo que me lleva a reflexionar sobre el celo que están poniendo las escuderías en plantar cara a Brawn, pues creo que merecería que fuese reconocido como un soberbio ejemplo de compromiso deportivo, de esencia competitiva… aunque tal vez sea demasiado pedir, la verdad es que no lo sé. A lo que iba, en Silverstone hemos podido ver algunas evoluciones bastante interesantes, y la más llamativa corresponde a Red Bull, que ha ensanchado su nariz al estilo pico-espátula que ya hemos visto en Williams, Brawn o BMW, pero en posición algo más baja que la utilizada hasta el momento, que imagino tenderá a equilibrar el conjunto del chasis tras la incorporación del doble difusor engendrado por la mente de Adrian Newey.

En otro orden de cosas, el ornitorrinco parece que ha alargado el cajón inferior delantero para conseguir lo mismo que el RB05 (cruzo los dedos); Ferrari ha traído algunas novedades que parecen no haber dado fruto; BMW y McLaren siguen probando nuevos elementos que no se notan; Williams estrena nuevo paquete y van rápidos; Toyota, lo mismo o parecido…

No sé a vosotros, pero a mí estas cosas me llenan de ilusión.

PD: Va por ti, Guille. A la de gimnasia que le den, porque no habría primeros si no existia gente como nosotros ;)