El cementerio de elefantes está más vivo que nunca, bulle ahora mismo en una amalgama de serpientes luminosas que atraviesan el asfalto a velocidad de relámpago, partiendo la oscuridad en dos.
Le Mans sin noche no es nada, por ello, porque Hunaudieres es en estos momentos una recta infinita, una ecuación que se resuelve casi a ciegas, cabe entonar alguna melodía que nos recuerde que esta misma tarde ha dado comienzo la carrera de coches más hermosa del mundo.
Ha trancurrido mucho tiempo desde que el Chenard & Walcker número 9 llevara a la victoria a los franceses André Lagache y René Léonard, prendiéndolos de la memoria de los aficionados y de la historia del automovilismo como los pilotos que ganaron la primera edición de Las 24 Horas de Le Mans. Los vehículos actuales tienen poco o nada que ver con aquellos más allá de ser biplazas, pero el aliento de los hombres que los conducen sigue siendo el mismo, y ahí reside la épica que hace grande a la prueba, porque no sólo consiste en conducir, sino en probarse a uno mismo, en superarse, en vencer el cansancio o la melancolía, en destruir el enemigo que todos llevamos dentro (ellos también), el mezquino que es capaz de tirar por la borda todo el esfuerzo realizado porque no se están cumpliendo las expectativas, y es que del primero al último en cruzar la línea de meta, todos son héroes aunque sólo unos pocos se ciñan los laureles.
Este año, como ocurriera en épocas ya lejanas, Peugeot y Audi luchan por la supremacía tras un ciclo interminable de aplastante dominio germano, emulando así las batallas que salpicaron de color, ruido y fogonazos, los sueños de mi niñez y adolescencia, cuando Ferrari y Ford, o Ferrari y Porsche, luchaban a brazo partido por aplastar a sus rivales, y es que Le Mans también es derrota del adversario y venganza larvada cuando se adquiere la conciencia de que está todo perdido y que las aspiraciones han quedado rotas, y lágrimas cuando el destino se cruza en el camino y muestra la absoluta crueldad y arbitrariedad de sus caprichos.
Pero Le Mans es sobre todo esperanza. Como cuando el amanecer tiñe de naranja el asfalto de Mulsanne o Arnage, hay un momento en la carrera en que se comienza a macerar la idea de que la próxima vez tal vez sea la buena porque el trabajo realizado ha resultado insuficiente y queda atrás como la noche…
¡Va por ti, Marc!
En este momento que escribo, el Peugeot 908 HDI FAP número 9 de Brabham, Wurz y Marc Gené pasa por la primera chicane de Les Hunaudieres liderando con unos 2 minutos sobre el 908 HDI FAP número 8.
ResponderEliminarA la vez, Antoñito Garcia liderá en GT1 con el Corvette C6R nº 69.
Seguro que no le dan importancia, pero para mi, este momento es uno de los mas importantes de la historia del automovilismo español. Vamos Marc!!! Vamos Antonio!!!
Feclicidades Marc, Felicidades Peugeot.
ResponderEliminarEs de las pocas cosas que he podido ver en el curro(en perfecto alemán por supuesto y no parecía por la entonación que estuvieran muy contentos ya que les han pegado una patada en el cielo de la boca) y como decía, cuando he visto pegar ráfagas a Marc se me han puesto los pelos como escrapias. Es una machada lo que ha conseguido Marc y Peugeot.
ResponderEliminarBRAVO!
Creo que Antonio también haganado, si es así, BRAVO también por él.
Esto nos ayuda a desintoxicarnosun poco del culebrón de la F1.
Saludos desde la orilla del Meno
Y tanto que nos ha ayudado a desintoxicarnos XDDDD
ResponderEliminarUn abrazo
Jose