Ánima Negra

Queda feo decir que he sido infiel a mis citas con este blog porque me he ido de farra, pero así ha sido y no merece la pena intentar negarlo. Este sábado pasado me apuntaba a un festejo que se desarrollaba en el marco incomparable del castillo de Cuzcurrita, en Cuzcurrita del Río Tirón, La Rioja. La cosa iba de la celebración del cumpleaños de Ana Martín Onzain, la mejor amiga de Cata, una grandiosa enóloga, una bellísima persona, y el caso es que la aventura terminó a las tantas de la madrugada del domingo tras haber regado las horas anteriores con buenos caldos blancos y tintos, con una buena dosis de txakolí del bueno, Itxasmendi, con cazuelitas y delicadezas culinarias, y con la impagable sensación de haber compartido el tiempo con gente maravillosa de la que atesoro ahora un gratísimo recuerdo.

¿Qué queréis que os diga que no imaginéis? Pasar un rato sin que Mosley o Montezemolo te arruinen la velada, sin que las desgracias que aquejan al ornitorrinco te nublen el sentido, sin que aparezca Anthony Hamilton en los encuadres más inesperados, sin que nada tenga importancia porque el tiempo se detiene para susurrarte al oído que vivir la vida es un auténtico regalo, resulta algo memorable, y reseñable, siquiera porque supone un agradadable intermedio que sabe a bien merecido y bien ganado tras la temporada deportiva que llevamos.

Nada, hoy apenas tengo nada que contar sobre F1, y si queréis que os diga la verdad me alegro de que así sea, porque bien está que los aficionados podamos saborear la mal llamada vida privada (¿hay otra?) cuando sabe a gloria y no a brotes verdes que no se ven por ninguna parte, a expedientes de regulación de empleo que van dejando en la cuneta a los amigos, a ponzoña que avanza negra sembrando la desgracia por doquier, a derrotas incomprensibles e inasumibles que nos avisan de que estamos en manos de una banda de desalmados que no atinaron en la advertencia de lo que se avecinaba ni saben por dónde van los tiros ni hacia adónde apuntan, y a los que en el fondo seguimos importando un puñetero carajo.

He sido infinitamente feliz y no me arrepiento, y a mi manera os he llevado conmigo. Creedme, estábais allí, a mi lado, cuando en mitad de la madrugada rota por los fuegos artificiales que festejaban a la pequeña y a la vez grandiosa Ana, al lado de la otra parcela de mi vida (¡joder, llevo más años con Cata que solo!), tuve la sensación infinita de que os importo al menos lo que me importáis a mí (posiblemente algo más, lo admito); de que me estábais esperando; y de que tarde o temprano iba a volver aquí, al teclado, para sentirme vivo a vuestro lado.

Y para terminar, si tuviera que sintetizar lo vivido lo haría con el sabor del Ánima Negra (Àn Negra), un tinto mallorquín que sabe a algo especial que queda en el paladar de manera indeleble. Lo más parecido a una victoria de Fernando, lo juro.