¡Manda huevos! Te pasas infancia y adolescencia adorando a unos tipos que parecían irrepetibles, y en cuanto reaparecen pasados los años, se vienen abajo a poco que leas con sus declaraciones.
Los ingleses, muy suyos en eso de defender lo suyo (valga la inevitable redundancia), cometieron la atrocidad de abrir el baúl de los recuerdos tras el G. P. de Mónaco, para rescatar de entre los trapos más viejos a supuestos valedores de la grandeur de Hamilton, sin reparar en que con ello iban a hacer añicos los sueños infantiles de al menos un par de generaciones de aficionados.
Si al poco de surgir el fenómeno Hamilton recurrieron a insignes primeros espadas como John Watson, que a pesar del empeño de Manel Serras (habitual experto de El País) en presentarlo como campeón mundial nunca pasó de ganar cinco Grandes Premios en toda su carrera deportiva; o Martín Brundle, que no ganó ninguna pero se gana la vida como comentarista deportivo; como la cosa no daba demasiado de sí (a todas luces no podía), a sus magníficas y eruditas aportaciones vinieron a sumarse las de auténticos campeones mundiales como Nigel Mansell (en su cacareado alegato sobre lo sobresaliente del inicio de temporada de Lewis se eludió mencionar el impropio y cauto: «no estoy muy al día» con que abría el comentario) y Niki Lauda, que a pesar de su amnesia recalcitrante (algún día hablaremos de ella) sigue sin perder oportunidad de lamer la espalda de Norbert Haug por ver si ayuda en la DTM a que su hijo Mathias prospere algo—corre en el Trilux AMG Mercedes—, mientras acusa a Fernando Alonso de ser un perro por hacer política en el backstage (¡nos ha jodido, y qué coño es lo que está haciendo él!).
Ahora, llegados al punto de que la cosa está al rojo vivo, ante los excesos de un Prost, de un Coulthard, de un Montoya y de un Irvine que han puesto a parir al niño y las maneras imbéciles de Ron Dennis con nuestro bicampeón, se recurre a despertar de su letargo a Stirling Moss (¡qué se le habrá perdido en ésto!) y nada menos que a Jackie Stewart, quien haciendo malabarismos verbales, proclama sin cortarse un pelo que ve vulnerable al crío porque lo de que la FIA ponga a un comisario en el box de McLaren sienta un grave precedente (sin duda se perdió lo de Hungría), para descarrilar del todo afirmando: «¿alguien imagina a la FIA pidiendo a Ferrari que le diera los mismos privilegios a Barrichello o Irvine que a Michael Schumacher?...»
Resulta obvio que sin necesidad de que nos lo recuerde el bueno de Jackie, en España ya estamos al día de la metafísica igualdad de oportunidades que reina en McLaren, aunque de ahí a comparar a Lewis con Michael diste un abismo. Con todo, el comentario no deja de ser sabroso, porque delata el auténtico papel que han estado interpretando las momias anglosajonas y el hombre lobo austriaco en el circo montado por la prensa británica, a cuenta de resaltar los evidentes valores de Hamilton (¡menos mal que el muchacho no necesita ayuda!).
Así las cosas, ladremos también nosotros, porque en esto como en tantas otras cosas: ¡todos perros, y el último lagartija!
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