El podio de Billy Monger en Oulton Park, durante la primera cita de la F3 Británica y, por qué no, también la victoria de Flick Haigh en el mismo circuito, aunque en la competidísima categoría British GT, han puesto patas arriba las arraigadas creencias del deporte del motor y han hecho temblar sus cimientos, así, de una tacada.
Las mujeres no pueden y los tullidos tampoco, que el motorsport is dangerous y en esencia sólo resulta apto para héroes enteros que gasten gayumbos, normales o de la suerte como los que usaba mi Felipe cada fin de semana de carrera. Y ahí, Robert, de tapadillo. Que según Villeneuve puede estar magreando el FW41 de 2018 para que Stroll o Sirotkin no levanten cabeza y él tenga una oportunidad, aunque para ello, se haya hecho necesario que le retoquen el coche con la intención de que ése su brazo derecho tontorrón goce de un espacio que no necesitan ni el canadiense ni el ruso.
Si no fuera porque me siento infinitamente feliz, estaría escribiendo a estas horas sobre los gilipollas que continúan sesgando su discurso para que parezca que dan cuando quitan, en vez de alabar en estas breves líneas la cualidad que hace diferente al ser humano de la mayoría de habitantes que pueblan el planeta Tierra: la adaptación inteligente.
Acabamos de perder a un coloso al que le diagnosticaron una muerte dolorosa y temprana a los veintipocos años pero a pesar de los augurios más oscuros, supo sobreponerse al destino para enseñarnos desde su silla de ruedas y en un dilatado tiempo de descuento, por qué Carl Sagan tenía razón cuando decía que somos polvo de estrellas. Hawking, Monger, Haigh y Kubica, son la excepción que confirma la regla, pero también son algo más porque suponen la evidencia de que el desfiladero ni es único ni tan perverso como lo dibujan, y al menos alberga un centenar de caminos posibles y alternativos.
Y ahí, Robert. La anomalía. El tipo que resultaba atractivo para los intereses de nuestro deporte porque su evidente minusvalía podía suponer un gancho mediático que atrajera a determinado tipo de patrocinadores y sponsors o partners. Y el de Cracovia, que no es muy diferente de Billy, de Flick o de Stephen, que quiere enseñarnos algo aunque no se le deje. Que pretende hablarnos aunque le sellemos la boca. Que insiste en que puede hacerlo a pesar de que neguemos con la cabeza o incluso nos mostremos condescendientes.
El diálogo. Siempre el diálogo y su perversión, hasta que un domingo 1 de abril, día de los inocentes en el mundo anglosajón, una mujer y un niño sin sus piernas nos devuelven a la cruda realidad en el motorsport: todo es posible siempre que haya intención y oportunidad, como sucede en el universo de los seres normales, esos a los que les dicen que morirán a los veintidós años y aguantan hasta los setenta y seis. Esos a los que se les retira el pan y la sal por haber perdido los dos miembros inferiores o porque gastan bragas en vez de calzoncillos. Esos a quienes se negaba sobre la Biblia la posibilidad de volver a correr en Fórmula 1 tras conocer los destrozos que había acarreado el accidente en Rallye di Andora...
Y ahí, Robert. Un punto y coma totalmente necesario en nuestra gramática rancia. Un tipo duro y con las ideas claras, imprescindible como ser humano. Sobrevive, se sobrevive a sí mismo, y apretando a Lance y a Sergey a 300 km/h. en recta, aunque haya quien insista en verle como una mera oportunidad de mercadotecnia que no se ha desaprobechado y resulte normal que no tengan sentido ni las maravillas que he mencionado en esta entrada, ni las palabras de Sagan, ya que sólo parece haber lugar para los ciegos.
Y ahí, Robert... Y yo que os leo.
Las mujeres no pueden y los tullidos tampoco, que el motorsport is dangerous y en esencia sólo resulta apto para héroes enteros que gasten gayumbos, normales o de la suerte como los que usaba mi Felipe cada fin de semana de carrera. Y ahí, Robert, de tapadillo. Que según Villeneuve puede estar magreando el FW41 de 2018 para que Stroll o Sirotkin no levanten cabeza y él tenga una oportunidad, aunque para ello, se haya hecho necesario que le retoquen el coche con la intención de que ése su brazo derecho tontorrón goce de un espacio que no necesitan ni el canadiense ni el ruso.
Si no fuera porque me siento infinitamente feliz, estaría escribiendo a estas horas sobre los gilipollas que continúan sesgando su discurso para que parezca que dan cuando quitan, en vez de alabar en estas breves líneas la cualidad que hace diferente al ser humano de la mayoría de habitantes que pueblan el planeta Tierra: la adaptación inteligente.
Acabamos de perder a un coloso al que le diagnosticaron una muerte dolorosa y temprana a los veintipocos años pero a pesar de los augurios más oscuros, supo sobreponerse al destino para enseñarnos desde su silla de ruedas y en un dilatado tiempo de descuento, por qué Carl Sagan tenía razón cuando decía que somos polvo de estrellas. Hawking, Monger, Haigh y Kubica, son la excepción que confirma la regla, pero también son algo más porque suponen la evidencia de que el desfiladero ni es único ni tan perverso como lo dibujan, y al menos alberga un centenar de caminos posibles y alternativos.
Y ahí, Robert. La anomalía. El tipo que resultaba atractivo para los intereses de nuestro deporte porque su evidente minusvalía podía suponer un gancho mediático que atrajera a determinado tipo de patrocinadores y sponsors o partners. Y el de Cracovia, que no es muy diferente de Billy, de Flick o de Stephen, que quiere enseñarnos algo aunque no se le deje. Que pretende hablarnos aunque le sellemos la boca. Que insiste en que puede hacerlo a pesar de que neguemos con la cabeza o incluso nos mostremos condescendientes.
El diálogo. Siempre el diálogo y su perversión, hasta que un domingo 1 de abril, día de los inocentes en el mundo anglosajón, una mujer y un niño sin sus piernas nos devuelven a la cruda realidad en el motorsport: todo es posible siempre que haya intención y oportunidad, como sucede en el universo de los seres normales, esos a los que les dicen que morirán a los veintidós años y aguantan hasta los setenta y seis. Esos a los que se les retira el pan y la sal por haber perdido los dos miembros inferiores o porque gastan bragas en vez de calzoncillos. Esos a quienes se negaba sobre la Biblia la posibilidad de volver a correr en Fórmula 1 tras conocer los destrozos que había acarreado el accidente en Rallye di Andora...
Y ahí, Robert. Un punto y coma totalmente necesario en nuestra gramática rancia. Un tipo duro y con las ideas claras, imprescindible como ser humano. Sobrevive, se sobrevive a sí mismo, y apretando a Lance y a Sergey a 300 km/h. en recta, aunque haya quien insista en verle como una mera oportunidad de mercadotecnia que no se ha desaprobechado y resulte normal que no tengan sentido ni las maravillas que he mencionado en esta entrada, ni las palabras de Sagan, ya que sólo parece haber lugar para los ciegos.
Y ahí, Robert... Y yo que os leo.
Da gusto madrugar y encontrarse con tus palabras; especialmente las de hoy. No te vayas, Jose.
ResponderEliminarDe este inicio de campeonato, lo único que salvaria de Williams es la presencia de Kubica. Lo tiene merecido Williams. Deseando estoy que le dejen un viernes a Robert.
ResponderEliminarrecuerdo perfectamente el día de su accidente. Casi sin moverme de casa y conectada de contínuo viendo las novedades que se daban casi cada hora. Recuerdo las imágenes de un Alonso desolado en el hospital (el único piloto que estuvo allí) abrazando a la familia. Y recuerdo los días posteriores,recuerdo cuando se comentaba que no podría volver a mover el brazo, cuando salió del hospital, cuando su asistente insistía en que no podría volver a pilotar y él, cabezón, decía que sí, cuando se subió por primera vez a un coche de rallis, cuando iba rapidísimo y tenía accidente tras accidente pero eso no le detenía, cuando decía q no veía las carreras de F1 xq le dolía, cuando por fin comentó que iba a intentar volver a la F1, y desde luego cuando se subió por fin en uno. Y la ilusión que tuve cuando creí que por fin este año sí iba a ser el año de volver a verlo competir en esta categoría.....
ResponderEliminartodavía no he perdido la esperanza de que sea este año
marta
La inspiración no se puede clonar.
ResponderEliminarHablas de seres inspirados y hoy te sumas a ellos con estas palabras.
Qué gusto leerte.
Williams está pagando el no haber puesto a Robert, y entre Martini y malos resultados (previsiblemente) puede suponer un bajón historico y esperemos que no sea incluso peor.
ResponderEliminarPreciosa entrada, José, y precioso comentario, Marta. Un saludo