La visibilidad a debate

Llevamos años a vueltas con esto y según van pasando las temporadas, el problema de la conducción en lluvia, lejos de resolverse, se agudiza.

Partiendo de la base de que no es lo mismo circular sobre un asfalto mojado previamente por aspersores, o camiones de riego, que bajo la lluvia —mucho menos un aguacero—, basta echar un vistazo a las numerosas imágenes que hay en internet sobre las pruebas que se hicieron sobre agua en los pasados entrenamientos de pretemporada, para comprobar que al paso de cada vehículo se levanta una auténtica pantalla de spray, alta como una muralla y de varios metros de longitud, que impedirá a quien vaya detrás soñar con acercarse de manera segura y le hará pensarse al menos media docena de veces eso de intentar adelantar.

La visibilidad es el gran problema para correr en lluvia. Lo era en abril de 2009 [Pon un Dummy en tu vida] y lo seguía siendo cuantas veces he hablado después sobre este mismo asunto, y ahora, cuando el tamaño de los neumáticos ha crecido y los de lluvia, concretamente, evacúan más que antes, se ha convertido en un problema gigantesco.

Por suerte, la previsión meteorológica para el Gran Premio de Australia da tiempo nublado aunque seco, pero la gira asiática está a la vuelta de la esquina y quiera Dios que no suceda, nos podemos encontrar con una de esas extrañas carreras en las que la presencia de agua es inevitable.

Bien, hasta 2016 esas pruebas se disputaban con inicio bajo régimen de Safety Car. El Coche de Seguridad abría la marcha, todo el mundo llevaba neumáticos extremos y se rodaba y rodaba hasta que Charlie Whiting mandaba volver a casa a Maylander y su Mercedes, o bien decretaba bandera roja porque no se veía un pimiento.

Esto ha cambiado esta temporada. Los monoplazas comenzarán la carrera detrás del Safety Car, pero a diferencia de antes, rodarán sin competir, es decir: cumpliendo escrupulosamente el horario de inicio pactado en las retransmisiones, pero limitándose a cubrir kilómetros consumiendo combustible, ayudando a limpiar la pista y sin alterar sus posiciones. Luego sí, cuando la condiciones sean óptimas, se dará una salida convencional, desde parado y con todos los participantes situados en sus correspondientes posiciones de parrilla...

Ésta es la parte bonita de la historia, porque todos, más o menos, nos hemos hecho la misma pregunta: ¿y si sigue lloviendo o si las condiciones empeoran?

Como en el paso del Rubicón no hay vuelta atrás. La FIA debe haber contratado algunos hechiceros o chamanes que bailarán y bailarán para calmar al Dios de la Lluvia mientras los pilotos siguen el protocolo para salidas en mojado 2017, o cruzará los dedos, quién sabe, porque el caso es que tarde o temprano, los vehículos y los hombres que los conducen se enfrentarán a una salida en mojado como si estuviera seco...

No quiero entrar en si las Pirelli de lluvia son adecuadas o no para estos menesteres, en lo que sí quiero entrar es en que a tenor de lo visto en Barcelona días atrás, de la tercera línea de parrilla para atrás, los pilotos y sus máquinas se van a ver inmersos en una auténtica Muralla China de agua, lo que desde mi humilde punto de vista, es la cosa más insegura del mundo.

Lo menciono siempre que hablo de estas cosas: el conductor va tumbado para bajar el centro de gravedad y tiene ante sí el volumen de la célula de seguridad. Su visibilidad está comprometida de inicio porque carece de referencias cercanas, como indicaba en el esquema que desgraciadamente más veces he utilizado en este blog.

Si a ello añadimos que aunque haya dejado de llover, un suponer, la presencia de nubes reduce la luz reinante y que si nos metemos en horarios vespertinos la cosa empeora mucho más y que con los nuevos tamaños de gomas va a haber agua a cascoporro, no sé si la idea de salida de parado es tan buena como nos la han vendido, y os juro que querría equivocarme.

Sin más, os leo.