Un rostro entre la multitud

Elia Kazan, en su película A face in the crowd (Un rostro entre la multitud, 1957), nos describe con su crudeza caraterística cómo el ser humano puede convertirse en proxeneta de sí mismo a poco que la fama lo encumbre y también, cómo la necesidad de satisfacer a las audiencias acarrea como consecuencia el triturado de las supuestas estrellas que caen atrapadas entre los engranajes de tan pérfido propósito.

Si los mercados siempre tienen razón, como se afirma reiteradamente desde los medios de comunicación a pesar de lo jodido que lo estamos pasando, podríamos trazar un sutil paralelismo y afirmar también que el share tiene siempre la razón, pero nos estaríamos equivocando de plano porque en un caso como en otro, nunca hablamos de números sino de personas y a lo peor, lo adecuado tras seguir este camino resultaría que Belén Esteban disputara el Gran Premio de Japón.

No es plan de abrir un debate alrededor de una ideología consumista que da por buena una actitud frente a la vida que adoptamos sin hacer preguntas, pero que siempre arroja como saldo una o varias víctimas que se parecen como gotas de agua al magnético homeless protagonista de la cinta de Kazan.

También es cierto que conociendo cómo se las gasta la maquinaria de hacer billetes de monopoly con que nos entretienen desde arriba, resulta casi incomprensible que caigamos tan facilmente en sus ardides. Primero porque las trampas que usa son más viejas que la Tana y segundo y quizás más importante, porque no aguantan ni la caricia de una uña.

El tipo que sujeta el micrófono en la imagen de entrada, por ejemplo, se ha convertido de un tiempo a esta parte en el azote de Fernando Alonso en Ferrari y de paso en uno de los adalides de ese cambio de cromos que traería a Sebastian Vettel a Maranello. No, Leo Turrini no apuesta por un posible fichaje de Lewis Hamilton o por poner sin más dilación en uno de los habitáculos rossos a Nico Hulkenberg o Jules Bianchi. 

No, repito, esta estrella de los medios de comunicación italianos quiere a un tetracampeón del mundo que las está pasando canutas para adaptarse a un vehículo hecho a su imagen y semejanza en Milton Keynes, nada menos que para sustituir en La Scuderia al hombre que mejor sabe adaptarse de toda la parrilla, en una etapa además, que se promete bastante complicadilla para la de Mattiacci de aquí a unos pocos años.

El combo es en esencia una idiotez como la copa de un pino pero ha prendido entre esos tifosi que nos son supporters pero aman tanto a Ferrari, como para consentir que la de Il Cavallino se reviente los sesos por un quítame allá esas pajas. Por una miserable y estúpida questione d'onore.

Larry Lonesome Rhodes canta A face in the crowd y don Leo sigue preparando su próximo libro, un texto en el que resulta imprescindible la figura de un traidor que lo explique todo.

Os leo.