Tensión emocional [Canadá]

Lo último que esperas después de haber disfrutado de una carrera electrizante como la de Le Mans, es que la FIA quiera cobrarse un protagonismo deportivo que ni a la de tres, sometiendo a los aficionados a una sesión intensiva de visionado de sus peores costuras durante nada menos que 4 horas, que se dice pronto.

Dicho así suena fatal, y lo siento, pero lo de ayer fue como esas tardes que se hacen eternas porque una pareja de amigos se empeña en que asesines el tiempo con ellos, revisitando una y otra vez las instantáneas de su viaje de bodas, o del último periplo realizado al culo del mundo, o de vaya usted a saber qué.

En fin, el G.P. de Canadá empezaba mal para todo el mundo con Maylander en la pole, y a partir de ahí, pues como que ya se sabía por dónde iba a ir el guión, que a la postre fue por donde tenía que ir, porque la F1 ya no es lo que era y cada día está más claro, ya que necesita urgentemente de una voladura de cimientos para que sea posible buscarle hueco a la esperanza.

Soy consciente de que habrá quien disfrutara como un enano con tanto espectáculo, pero en cuanto el Nano fue apeado de la carrera por Jenson Button, como que me dije: José Antonio, mañana hay que madrugar... Total, que me metí en la cama y desde allí me dispuse a ver lo que quedaba de la prueba, bien abrigadito, que ayer tuvimos un día pelín fresquito por aquí arriba, canadiense, que diría aquél.

Y el caso es que totalmente desposeído de la fe necesaria para entender lo que estaba viendo como deporte, me lo pasé pipa, para qué negarlo, sobre todo en las vueltas finales, durante las cuales el Kaiser justificó de sobra su retorno a los circuitos con el recital de categoría y buen pilotaje que demostró hasta que su MGP W02 le recordó que los viejos tiempos no siempre tienen por qué volver. Y por supuesto, con un Button sobresaliente que parecía James Hunt cuando huía de sí mismo, quien terminó por llevarse el gato al agua porque se lo merecía (es lo que tiene luchar a codazos cuando te dejan, que con otros la FIA no es tan permisiva), y también porque el chico que ha crecido lo indecible, que se ha serenado como hacen los campeones, que se ha aquilatado hasta decir basta, que gestiona las pruebas de maravilla porque no depende más de lo recomendable ni de las poles ni de su RB7, la cagaba estrepitosamente, presa de sus nervios, a falta de medio giro para la conclusión del espectáculo.

Liberada tanta tensión emocional con el banderazo definitivo, me dormí como un bebé, aunque he soñado con un Audi plateado cabalgando en solitario hasta cobrar pieza sobre un Peugeot...

Os leo.