sábado, 19 de noviembre de 2016

Inception


No tenía pensado escribir tan pronto sobre Felipe Massa. Oficialmente termina su carrera en Fórmula 1 el domingo de la semana próxima, cuando cerremos esta temporada en el circuito de Yas Marina. Me parecía precipitado hacerlo cuando manda la liturgia, porque soy reacio a aceptar órdenes y porque me molesta sobremanera reír o llorar cuando dicen que toca.

Seguramente habría accedido a hacerlo de no haber ocurrido que durante el Gran Premio de Brasil, ante su público, después de un buen sartenazo en pista, la figura de mi Felipe fuese abusada por el FOM para recordarnos que queda algo humano entre los restos de este deporte. Me pareció que él consentía, que sobraba la mitad del metraje. Lo dejé escrito cuando lo de México con Checo Pérez: Massa buscaba sentir calorcito en Interlagos...

Pero pobre de mí, me equivocaba de plano.

Después de escribir la entrada de ayer reclamando un poco de comprensión para los auténticos protagonistas de este duro deporte, me puse a jugar con el Photoshop sobre las tres o cuatro instantáneas que tengo del paulista recorriendo en solitario los metros que le separaban del monumental paseillo que le iban a dedicar sus rivales y amigos, mientras Anna y Felipinho lo buscaban en el pitlane para abrazarle...

Bajas la saturación, reduces la luminosidad, y te das de bruces en todas ellas con un ser indefenso y vulnerable que camina derrotado porque no soñaba que el final fuese así, incapaz de distinguir al público que lo jalea desde las gradas, que lloraba en directo porque no calibró que las cámaras son capaces de vendernos una tormenta en toda regla como si fuese una mar brava azotando la playa. Y mi Felipe saluda porque siente al otro lado de la pista un volcán que rebosa argumentos para saludar. Y mi Felipe se rompe y llora porque en el fondo se sabe solo. Y mi Felipe se refugia en la bandera de Brasil porque ha sido Brasil en Fórmula 1 desde 2002 a 2016.  

Aquel Mundial 2008 y Concha pidiéndome que escribiera algo sobre ése momento en que mi Felipe se refugia en su anatema. Ésa fracción de tiempo en que se aferra a Fernando en el podio olvidando el crashgate. Ése instante, único e irrepetible, en que dos obreros de nuestro espectáculo maldecían la hora en que los tragos de aceite de ricino se hacen tan y tan largos.

Felipe, mi Felipe, se merecía ese Mundial. Lo he dejado escrito innumerables veces. La carrera de Singapur 2008 debía haber sido anulada a pesar de que el Nano se la curró como la que más. Tenía que haber sido estigmatizada del calendario oficial por simple salud deportiva, pero a ver quién tenía cojones en 2009 de decirle a la Gran Bretaña que su chiquillo, Lewis, no se merecía aquella mierda de título 2008 que consiguió el británico en el último suspiro.

Massa se comportó entonces como un auténtico gentleman driver. Cuando peligraba la integridad del equipo Toyota por la cagada con Timo (esto es verídico), mi Felipe reaccionó pronto y rápido, calmando los ánimos del respetable hasta donde le fue posible, recomendando a la crew de Colonia que pasara desapercibida incluso cambiando de atuendo con tal de no dar el cante.

Luego vino el muelle de Barrichello en Hungría 2009 y la muerte lenta de mi Felipe...

Noe y yo hemos seguido a pie firme con él, desde diferentes perspectivas, obviamente, pero  a su lado siempre. Y hay gente que no lo entiende, pero os juro que me importa una mierda.

Son tiempos de exactitudes certeras, de apostar por el mejor o casi mejor. Ser de Massa, quererlo, casi como que no... 

Pero mi Felipe supone una bonita metáfora de lo que nos está sucediendo. Si hubiese encajado ese 2008 que estábamos relatando, lo de Interlagos del domingo pasado tendría otro significado. Ser segundo de Michael Schumacher o Fernando Alonso con un título a cuestas adquiere un aquél que no está al alcance de muchos. Que Luca Cordero di Montezemolo te abrace en tu despedida de La Scuderia y te diga que eres un auténtico uomo Ferrari, es un sueño húmedo del que querría ser víctima incluso Sebastian Vettel...

Pero Felipe se iba el domingo pasado. Él lo decidió así, aunque las cámaras nos contaron una película distinta.

Massa, mi chiquillo, se sentía solo y lloraba saludando a la nada, para ser recogido por un paddock que mal que nos pese, sigue siendo capaz de reconocer a sus héroes.

¿No os gusta el brasileño. Sois incapaces de ver su minúsculas virtudes? Yo le quiero a pesar de los pesares, y eso es algo que no admite tasaciones. Es así y no hay Dios que lo corrija.

Se va mi Felipe, mi Massa, y con él se va también una parte de mí, en mitad de una oscuridad pastosa y triste en la que sobresale el grito de ¡Felipe, Felipe...!, mientras él llora buscando la calle de boxes pensando en que esto de correr para uno mismo es lo más jodido de todo, porque no somos nada si no hay al otro lado alguien que nos quiere. Porque nos refleja. Y porque nos repite: «Eres un cabrón, pero te quiero mucho.»

Obrigado, (mi) Felipe. Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Montezemolo pidió a Massa a finales de la campaña 2010 correr para Ferrari. Ayudar a Fernando, y quitar puntos a los rivales. Acabó el mundial en la SEXTA ubicación.

Tendría entonces Ferrari el segundo coche en prestaciones, o un primer piloto extraordinario?

Felipe cruzó meta en Abu Dabi a más de 100 puntos del pelotón que se disputaba el mundial. Dos RB, un MCL y un cavallino distribuidos entre una nada de 16 puntos. Algo más lejos Jenson, a 26 de Ham.

Puntos para la causa? No sumó, dejándolos para el enemigo. Tampoco ayudó a Fernando porque no supo contener a Webber, primera pieza del dominó que derribó a las demás, con las consecuencias que ya todos conocemos.

Un auténtico Uomo Ferrari. Sea por falta de destreza en pista, o un subconsciente que te traiciona. Buena persona, nadie se lo niega. Pelín fugado de la realidad, porque siempre han sido fallos de la máquina, o conspiraciones contra su persona. Es que hasta Bottas le ha metido repaso.

Yo creo José, y me disculparás por decirlo, no será echado de menos. Demasiado se extendió su carrera en la F1, y por cuestiones políticas.

Aficionando dijo...

A Felipe le pudo creerse mejor de lo que era. En lugar de disfrutar de un privilegio del que muy pocos pilotos han gozado, conducir un Ferrari, se empeñó en que era tan bueno como Fernando. Cierto que no ayudó ni un poquito al asturiano, y hasta las decisiones estratégicas las tomaba con mala cara. Coño, que tu compañero lucha por el Mundial y te duplica el número de puntos... Nunca se le vio feliz en pista, era un desastre en lluvia, excepto en Interlagos, cuando le arrebataron el mundial en la última vuelta. La grandeza de un piloto está también en conocer sus limitaciones, y ahí Felipe fallaba estrepitosamente.

Noe_Izumi dijo...

Que sepas que me has hecho llorar.
Y eso te honra.
A mi tambien me importa una mierda que poca gente lo entienda.
Gracias. Jose. Esto me lo guardo. Me encanta.