jueves, 28 de julio de 2016

We'll meet again


Esta tarde, hace algo más de un rato, Ernesto y Andoni se han acercado a Gorliz para sacarme del zulo y que me diera el aire, y qué queréis que os diga que no sepáis: juntas a tres tipos con ganas de pasar el rato en la terracita del Light House, y no extraña para nada que entre charleta y café, hayan acordado por unanimidad que a partir de hoy mismo a Will Stevens se le debería rebautizar como Will Wilson para evitar equívocos...

Me han sabido a poco las dos horitas que hemos compartido los tres, hablando, ¿cómo no?, de viejas y nuevas aventuras sucedidas en esto que llamamos Fórmula 1 pero no sirve para ligar ni cuando reclamas en público que esto o aquello lo dijiste tú primero. ¿A quién cojones le importa quién lo dijo primero, quién puso en primer lugar la banderita, la primera piedra; si lo único que cuenta es tu último tuit, tu última entrada o que tu mejor comentario disponga de una buena banda sonora?

Y en música pensaba cuando volvía a casa, concretamente en la que cierra Dr. Strangelove (¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú) —sí, la que suena como fondo al estallido de la bomba atómica que llena la pantalla—. Y en si anteayer titulaba el texto que dedicaba a Lewis con la canción interpretada por Al Johnson en 1933 para King Kong, por qué no iba titular el que estoy escribiendo hoy con el de la que interpretaba Vera Lynn en la película de Stanley Kubrick.

Somos cine. Más cine de lo que desearíamos. Se apagan las luces de la sala y nos plegamos a soñar lo que soñaron otros para nuestro entretenimiento. Si la cosa funciona bien, salimos más contentos que unas pascuas. Si va mal... bueno, si va mal siempre quedan las revistas o los blogs donde los expertos hablan de esas cosas en las que uno no ha caído mientras intentaba amortizar el precio de la entrada y quedar arrullado por la magia...

En fin. Nuestro deporte es espectáculo y cuando hay cosas que no se comprenden, conviene recordar que a pesar de que las luces se hayan apagado, detrás de la cinta hay profesionales que han pensado en todo y delante estáis tú y el infalible ¡qué coño falla!

Los previos sirven cada vez para menos y a la peña le asalta la duda de por qué hay poco graining o poco blistering en Hungría cuando los especialistas lo habían previsto... A lo peor ha errado quien hizo el previo, pienso yo, ¿no?

Escribía hace unas semanas que la Fórmula 1 protege a su proveedor único consintiendo que meta mano en las presiones y el camber [Pirelli para tontos], y quizás sea hora de deciros que los Reyes Magos son los padres. Y es que a ver, el temita de los sensores en las curvas más agresivas implantado a partir de Hungaroring, podría no tener tanto que ver con cazar a los infractores de la normativa como con evitar que los compuestos sufran más de la cuenta en situaciones que delatarían sus flaquezas y costurones.

Por increíble que os parezca, el mayor punto de fatiga en un neumático está focalizado precisamente en su comportamiento en los deslizamientos y esfuerzos tranversales (laterales).

Muertos los excesos se acabó la rabia. El Kaiser llamaría a todo esto «ir pisando huevos», pero la vida es cine y mientras el hongo nuclear nos devora desde el centro de la pantalla, suena la voz de Lynn recordándonos que es posible —como jugueteábamos esta tarde Andoni, Ernesto y yo—, que Bernie llame los miércoles por la tarde a Paul Hembery para indicarle que este fin de semana o este otro, toca joder a Force India o a Ferrari con las presiones y el camber, porque de que nadie se pase de la raya (nunca mejor dicho), ya se ocupa Charlie.

Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No se, igual deberían plantearse pasar a todos los coches a la normativa Seat Panda y dejarse de chorradas. Al fin y a la postre, para velocidad siempre no quedará el resto de competiciones.

Saludos
Miguel

Ernesto Gonzalez dijo...

Ya era hora querido Jose Tellaetxe. Después de más de un año leyéndote en este blog, en twitter, escuchándote en SafetyCast, por fin a 28 de julio de 2016 hemos logrado 'desvirtualizarnos'. Tiene bemoles que se utilice este palabro, que ni siquiera aparece en el diccionario de la RAE, para definir un encuentro entre dos o más personas que no se han visto nunca. Si te lo escuchara el conductor del podcast en el que apareces los lunes, estoy casi seguro de que no te librarías de un jocoso comentario de los suyos. Así son las redes sociales, también con su hongo nuclear, el cual nos lleva devorando desde hace más de un lustro pero que sin ellas no nos habríamos conocido jamás.

Ha estado bien que hayamos rebautizado a Will Stevens, los tres sabíamos de quién estábamos hablando, entonces qué mas da, pues Will Wilson. Te juro que a mí me sonó extraño y sabía que si se lo preguntaba al chivato de Google me iba a dar la respuesta, pero antes de ir a Gorliz me prometí a mi mismo que no iba a sacar el cacharro de los demonios mientras estuviéramos de charleta y además me alegro porque el asunto ha servido como una pequeña anécdota para esta entrada.

Jose, Andoni, esta tarde he disfrutado mucho con el encuentro y se me ha hecho muy corto. Creo que somos unos privilegiados por haber tenido la oportunidad de conocerte en persona y al fin te he podido dar un abrazo en lugar enviártelo, como era costumbre. Por el momento y hasta que nos veamos otra vez, seguiremos jugueteando con Will Wilson y con la idea de que Bernie llame a Paul Hembery los miércoles por la tarde porque ese y mucho más, fue nuestro cine de una tarde de verano en Gorliz.

Ernesto Gonzalez dijo...

Juraría que en el comentario anterior había finalizado con un abrazote. Pero no, me lo debí de comer.
Pues ahí va un abrazote grande. ;)