viernes, 13 de mayo de 2016

En el nombre del padre


Se me amontonan los deberes. Siento necesidad de hablar de Daniel Ricciardo antes de que termine la semana, pero como irremediablemente me voy a ver obligado a tocar 2014 y por ende, a mencionar a Vettel, prefiero posponer el tema unas horas y abrir paso a asuntos diferentes aunque no menores.

Además, el Gran Premio de España ha dado comienzo y tengo a buena parte de mis amigos dándome envidia desde Montmeló o a punto de dármela en cuanto lleguen mañana al Circuit. Para colmo de males, es viernes y ya se sabe qué pasa los viernes: escribes con la sensación de que no te va a leer ni el Tato...

Así que me he dicho: qué tal si echas el rato hablando de quien en la actualidad, te parece quizás una de las mentalidades más eficientes de nuestro deporte: Claire Williams. Pero no para alabarla como he hecho en otras ocasiones, si no más bien, para retomar algo que apunté el otro día: ¿participas o compites?

Vaya por delante que me gusta el estilo de la hija de sir Frank. Primero de todo, porque a pesar de los pesares, Williams parece haber recuperado el tono y la musculatura con que la reconocíamos antaño y ha sido precisamente bajo su mandato (de 2011 a esta parte, si no me fallan las cuentas), cuando más se ha notado; y segundo, porque Claire ha sabido mantener la esencia de la escudería de Grove sin necesidad de parecerse a su padre.

Esto último puede sonar extraño o incluso ridículo, pero para un hijo que se dedica a lo mismo que su progenitor en un mundillo tan empapado de referencias como la Fórmula 1, suele resultar bastante complicado despegarse de la sombra paterna, con lo cual, el primer cometido del vástago pasará siempre por quitarse esa estela de encima, aunque en este sentido, sólo cabe admitir que la jefa de Williams ha obtenido un notable alto en tan complicado desempeño.

Otra cosa es el nivel de compromiso que se adquiere con el deporte, que es de lo que va esta entrada. Y es que Claire Williams se defendía no hace mucho de que se acusara a su equipo de depender en exceso de los asientos pagados, y llegaba a poner como ejemplo a Fernando Alonso, quien en sus palabras, también lleva patrocinios bajo el sobaco.

Bueno, sí, la calidad siempre arrastra al dinero. Es de perogrullo. Pero si la comparación parecía un poco traída por los pelos en el momento en que se hicieron las declaraciones, tras las palabras de Pat Symonds casi tirando la toalla para esta temporada tras el Gran Premio de Rusia, adquieren una magnitud que me apetecía destacar aunque sea viernes.

¿Para qué coño sirve el dinero en Fórmula 1? Disculpadme la expresión, pero lo siento así.

Soy consciente de que nuestro hobby preferido tiene más de negocio que de deporte, y que con los reglamentos técnico y deportivo en la mano, incluso se pueden llegar a entender actitudes amarrateguis como las que ha escenificado el equipo británico por boca de su director técnico. No se puede hacer más, luego damos la sesión por amortizada y empezamos a pensar en la siguiente...

Deportivamente hablando, esto supone un contradiós. A quienes intervienen en la Fórmula 1 puede resultarles asumible, pero el aficionado no lo entiende ni lo entenderá jamás.

La máxima expresión del automovilismo deportivo supone, al menos sobre el papel, el cénit de la pelea a pie de asfalto, sin embargo, de tanto abundar en los ahorros de costes y otras mandangas que nos traerán el maná del espectáculo, dicen, se ha convertido en una actividad conservadora, donde el dinero se convierte inmediatamente en un activo para mantener posiciones, no para obtener mayores logros.

Yerra Claire, a mi modo de ver, en su estimación de que el piloto también tiene que contribuir al sostenimiento del equipo. Si fuese «por intentarlo» todavía tendría un pase, pero es que ni siquiera se intenta en el caso de Williams, entre otras. Se alcanza el techo, pronto en este caso, y a partir de ahí, todos los recursos se enfocan al siguiente objetivo, 2017 o el que sea...

¿Dónde queda el valor competitivo inherente a todo deporte? ¿Vale más participar que intentar llegar más y más lejos? ¿Qué hacemos con el Citius, altius, fortius que distinguía la casa de nuestros mayores, la casa del propio Frank?

Os leo.

1 comentario:

Cao Wen Toh dijo...

Los seres vivos, según Darwin, se adaptan al hábitat o desaparecen. En este entorno de ahorro y mandangas Williams lo vio clarinete: se aclimataba o desaparecía de una manera natural. Otros, con dinero de sobra, tal que Ferrari, Mercedes, Red Bull... pueden sacar algo más de punta a sus lápices de colores. Así que te doy la razón al fondo pero no al objeto de tu argumentación.

Y sí, te acabo de leer en sábado; sorry.