jueves, 18 de febrero de 2016

¡Qué sabe nadie!


Las contestaciones a Luca Cordero di Montezemolo en las redes sociales han levantado algunas ampollas entre el sector más manso de nuestra afición, integrado como sabemos, y desde el inicio de las edades, por etéreas identidades que sobrevuelan todo esto sin mancharse aunque pinchen como globos de colorines en cuanto se toca alguna de sus abundantes zonas sensibles.

Está bien eso de amar la Fórmula 1 con intensidad, con pasión —sobre todo apasionadamente, que no falte—. Todos, creo, amamos esto en diferentes intensidades y con diferentes prismas, aunque me sigue sorprendiendo que exista quien crea que es únicamente suyo, hasta el punto de que bajo su punto de vista, nadie puede meterse en según que sitios ni con según qué héroes...

¡Ahí no, por Dios. Así no, por el Altísimo! Ahí el friki se enroca y sortea con absoluta soltura ese aura de belleza diamantina que rodea la fábula de los 140 caracteres, que nos hace a todos poetas artistas y filósofos en Twitter, proponiendo similitudes entre los alonsistas —la alonsada, dicen— y Podemos, en base a que estos como aquellos: «suspenden las matemáticas, negando la realidad y culpando a los demás cuando ésta no colabora con sus delirios.»

Lamentablemente, en casa me enseñaron a pensar por mí mismo y los Hermanos Menesianos se juramentaron durante mi educación para que contextualizara las cosas, incluso en matemáticas. Lee primero el enunciado, me decían, entiende antes que nada cómo se propone la búsqueda de la solución al problema...

Desgraciadamente vivimos en un mundo que jibariza los seres humanos, como el lenguaje y las cosas. Dejas de tener nombre y apellidos y te conviertes en un número de la Seguridad Social, un número de Indentificación Fiscal, un número en el carné de identidad o un número en una cuenta corriente o cartilla de ahorro. A poco que uno de estos ingredientes no enlace adecuadamente con el resto, tienes un problema, y si la cosa va a mayores, hasta es posible que alguien te diga desde el otro lado de una ventanilla: no existes.

Hay que tener cuidado con estas cosas. Dejas pasar un rato y otro, y otro, y Fernando Alonso, como otros pilotos, se convierte en un puñado de datos y estadísticas. Igual que Sebastian Vettel y Lewis Hamilton, aunque los de estos dos brillen más. Y dejamos de preguntarnos los por qués y asumimos que está bien que nadie ponga en evidencia los números pues es lo correcto. Preguntar sobre qué ha pasado comienza a ser feo, es feo, y hablar de lo que pasó es como proferir caca, pedo, culo, pis cuando la tía solterona viene a dar consejos al matrimonio roto de tus padres sin que nadie se lo haya pedido.

No hay delirio alguno en decirle a Luca que se ha pasado tres pueblos. Los números seguirán siendo los mismos aunque la perspectiva sea diferente. Eso no lo va a cambiar ni la Divina Providencia ni Isaac Newton. Por eso es importante leer dos o tres veces la pregunta antes de ponernos a resolver el problema. 

Tenemos al mejor piloto de la última década situado constantemente bajo la luz de los focos. No es culpa del alonsismo ni de la alonsada, ni de Antonio Lobato —por cierto, Marc Gené colabora también con Movistar F1—, ni de España, ni de Podemos ni del PP ni de las matemáticas. 

Tal vez todo se reduzca a que no es posible amar apasionadamente la Fórmula 1 renunciando a hacer preguntas para entender en su plenitud el contexto que rodea cada dato, o a que sencillamente, son leyenda urbana esos seres etéreos que en cuanto les tocas a Schumacher, Ferrari o Vettel, estallan como globos.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué sabe nadie? Jaja!

Quién sería Hamilton sin los WPx? Y Vettel sin los RBx? Uno más.

Pero quién sería Alonso sin su travesía por el desierto? Cualquiera triunfa con un coche campeón. Pero pocos resultan verdaderos campeones sin tener un coche. Y son a quienes la organización más teme.

brutus dijo...

ES+EX=EN^2
Español+exito=envidia al cuadrado