jueves, 7 de enero de 2016

Yo te perdono, 2015


Hemos sobrevivido a las Navidades un año más. Deberíamos darnos con un canto en los dientes, saludarnos frente al espejo, felicitarnos en la soledad del ascensor con un sonoro: buenos días, guapo o guapa. Bienvenido o bienvenida al nuevo mundo. Quien pueda y le alcancen los brazos, podría incluso aprovechar para darse un achuchón mientras recita: no me beso porque no me llego...

He aprovechado estos días que se nos han empalagado de rojos y rojerías, para frenar y dejar el coche en la cuneta, tal que a pocos días de Nochebuena. Desde entonces he visto los toros más allá de la barrera. Innecesariamente distante. Complaciente. Indolente. Tranquilo porque lo necesitaba y porque así lo querían mis cosas: solo.

Pero los Magos de Oriente partieron ayer hacia sus lejanas tierras y hoy tocaba salir a superficie.

El blog ha resistido mejor de lo que pensaba los rigores de las fiestas y el comienzo del Dakar. Mi libro descansa terminado, a la espera de que le dé quizás el último pulido. Pero nuestra actualidad se empeña en seguir siendo profundamente anodina, salvo acaso, porque no dejan de llegar noticias sobre ese 2017 que supondrá la panacea de todos nuestro males.

Lo siento en el alma por los que comenzaban la temporada pasada dándose golpes en el pecho como los gorilas dorsicanos, ya que disfrutaban, decían, donde no disfrutaba ni el tato. 2014 fue malo de narices y había que estirar la cosa, lo entiendo, pero 2015 no ha repartido herencia. Tenemos ahora mismo las manos vacías y los ojos como platos. Incrédulos, hemos escuchado cómo el notario nos comunicaba con el ceño fruncido, que el castillo encantado y su tesoro, han sido legados a su gato por la difunta.

¿Qué putada, no? Tanto esfuerzo para nada. Tanto esperar, para nada.

Años y años siendo un rico heredero sin saldo y te encuentras de pronto, con que además de pobre para el resto de tus días, eres viejo y has desperdiciado entretanto, las infinitas oportunidades que puso el Todopoderoso en tu camino, para que fueses feliz siquiera una vez en tu existencia.

Eso nos pasa a nosotros. Bernie y su tropa nos han enjaulado y nos dan alpiste haciendo ver que nos lo regalan para que sigamos viviendo. Por interés desinteresado, que diría aquél. Altruismo del bueno, en todo caso. Una fruslería que insiste en remarcar el sin mí no serías nada del que creíamos haber escapado hace tiempo...

No se habla de 2016 porque todos sabemos más o menos la que se avecina. En vez de Lewis, resulta previsible que sea Nico quien orine en los pantalones de sus rivales, por aquello de mejorar las audiencias con una vuelta de tuerca a lo J. J. Abrams. Más allá de esto, siempre nos quedará 2017 aunque cuando nos acerquemos a él, seguro que surge 2018 solicitando la alternativa.

Una chiquilla le dice a su madre: «Mamá, el traje de Gaspar no es de verdad», y a la sugerida no se le ocurre otra cosa que poner en Twitter: «No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás.»

La verdad, anduvo más rápido y más atinado nuestro Presidente de Gobierno en la Cope, cuando llamó al alto a su chaval propinándole una colleja por sus ocurrencias ante el micrófono de Paco González. Aunque me quedo con Philomena de Stephen Frears, cuando ésta le dice a la Hermana Hildegarde que la perdona —¡Jodido Frears. Como Newey pero en cine!—.

La generosidad, con nosotros mismos, con nuestros semejantes, incluso con los animales, es lo que nos hace realmente diferentes. Mientras quede en el mundo alguien que sea capaz de perdonar el daño recibido, nuestra especie seguirá teniendo futuro.

Yo te perdono, 2015. Y las mentiras que nos han contado sobre 2016, también...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola después de navegar y navegar por los tortuosos mares de internet he conseguido llegar al reino de Gorliz desembarcando en la central nuclear abandonada que es el centro secreto de Mclaren en España. He conseguido con mi gran espada pirata quitar las zarzas del articulo para llegar al corazón del asunto, ¿CUANDO PUBLICAS EL LIBRO? jajajajaja

Un saludo vecino!!!