viernes, 6 de noviembre de 2015

The Cloud Atlas sextet for orchestra


Si hubiese hecho caso a los críticos de cine, jamás me habría acercado a ver El atlas de las nubes (Cloud Atlas), pero por fortuna escuché antes su música que los graznidos de las arpías. El otro día la pusieron en televisión y la disfruté de nuevo aunque a medias, pero esta tarde la he disfrutado como Dios manda, recordando mientras lo hacía que cuando se estrenó Blade Runner en España, la mayoría de críticos perdieron una bonita oportunidad para mantener sus dedos en barbecho.

Estoy escuchando la pieza de su banda sonora que da título a esta entrada, mientras recalo en cada uno de los momentos en que nuestros expertos no han acertado a ver lo que sucedía más allá de la punta de su nariz...

Será que como ocurre en otros órdenes de la vida, también nuestros medios de comunicación tenían que tocar fondo más allá del fondo real, ya me entendéis.

Resultaba fácil, un año con Fernando sufriendo hasta sangrar los nudillos no es una circunstancia que se dé todos los días. Bastaba tratar de explicar el por qué, el cómo y el cuándo; analizar la situación con la cabeza fría; evitar seguir los cantos de sirena o las abundantes perfidias salidas de Maranello. Pero se eligió enfatizar la bobada de que Vettel era el que se enfrentaba a un reto en Ferrari, obviando que el que iba a pasarlas realmente putas, ni era alemán ni viajaba en vagón de primera.

Se nos acaba el año y todavía hay gente que me pregunta por qué sigo creyendo en el de Oviedo. Podría contestar que porque hace tiempo que decidí creer en él, aunque prefiero evitar meterme en algún jardín que otro, afirmando que a los que no creo son a esos que dicen informarme de Fórmula 1 o de cualquier otra cosa.

Dejémoslo en que la pérdida de credibilidad que acumulan nuestros entendidos es muy similar a la de esas suegras de novela que van a misa todos los días, con más ahínco si cabe los primeros viernes de mes y los sábados por aquello de la víspera, y que el domingo la ven otra vez por televisión, y se confiesan aquí y allá, en cuanto huelen una sotana de lejos o la perciben cerca. Aunque a la hora de la verdad, prefieren seguir siendo ellas mismas en la plenitud de su encendida soberbia mientras rezan el rosario o leen las sagradas escrituras rodeadas de mentiras, manoseando tanto el pasado que no lo reconoce ni la madre que lo parió.

Habría bastado, decía, que los que cobran por informarnos y por acercarnos a la verdad se hubieran dejado de salvar su culo en febrero y marzo pasados, para que hoy, en la antesala de Brasil y Abu Dhabi, todos anduviésemos gozosos porque nuestro desierto llega a su fin. En cambio, me toca a mí, como de costumbre, deciros en noviembre de 2015, que este año hará más grande el que viene, porque no se puede caer más bajo y porque si el Nano cree que lo mejor está por llegar, por mucho que los tifosi se hayan apropiado de la frase y su sentido, yo con él, a muerte con él, así nos vuelvan a partir la cara.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es que lo mejor, ya nos lo ha dado. Con un par. Toda gesta realizada de un tiempo a esta parte ha sido quijotada. Y lo mejor que pueda estar por venir, pues... extra bonus.

Ocho puntos. Una sexta plaza de las tantas que ha sumado en cualquier domingo regular. Esa nimiedad es lo que lo separa de ser pentacampeón del mundo. La suerte esquiva, pero también la política sucia, le han negado la reivindicación de ubicarse entre un Fangio, un Prost o un Senna.

No me digáis que Hamilton merece más que él tres mundiales. Habiendo resultado como los hemos visto. O que los cuatro del mierda ése, que apuesta a que nos olvidemos el triste espectáculo del 2014. Levanta el dedo sin vergüenza ninguna, festejando las victorias que Mercedes le ha entregado por el bien del espectáculo. Y no se le mueve ni un pelo.

Pero bueno, esto es F1. Y no tiene por qué ser justa. Lo que agota es tener que explicársela a los gilip.