miércoles, 1 de julio de 2015

Aussie Grit


A tenor del material al que hemos ido teniendo acceso desde ayer tarde, nada de lo contado por Mark Webber en su libro Aussie Grit nos pilla de nuevas aquí. Punto por punto, se han ido materializando las cosas feas que entrevimos a lo largo de su periodo de convivencia con Sebastian Vettel en el seno de Red Bull, lo que por un lado me llena de odgullo y satisfación, que diría aquél, aunque no consiga disipar una extraña sensación de tristeza que quizá se corresponda con eso de que viéndolo, teniéndolo ante mis ojos, y por supuesto pudiendo compartirlo, ni vosotros ni yo pudimos hacer nada por evitarlo.

Me satisface saber que no andábamos errados, que los que lo estaban eran esos otros que se quitan las molestias de encima llamando conspiranoica a cualquier cosa que se menea. Pero lo que más me alegra de todo es saber que aussie se siente bien y ha sabido cerrar sus heridas incluso con el tipo que a la postre vino a machacarlo sin compasión, porque contaba con el beneplácito y apoyo del equipo, y por tanto, con una indiscutible superioridad aérea.

No obstante, tantas veces nos hemos preguntado por qué Vettel no era un poco más generoso con Webber —cosa que habría sido de agradecer ante un individuo que se reconoce como no tan buen piloto—, que duele leer que el astro alemán de pies de barro, tuvo que recurrir a sus abogados para cerrar el asunto de la Multi 21 en Malasia 2013.

Una grandiosa muestra de hombría y madurez, sin duda. Después, cuatro donuts y unas genuflexiones ante el RB9, y aquí paz y allí gloria, que nos van a sacar en la misma foto que Alain Prost porque somos voraces como las pirañas y temibles como los velocirraptores, purititos depredadores de patio de colegio que acabaremos coleccionando ositos de peluche en Ferrari...

Lo siento. Llevo un día duro encima y la cabeza se me va demasiado atrás, como por ejemplo a aquel 7 de marzo de 2012 en que salía en defensa de Mark porque el pitorreo ahí fuera, era mayúsculo:

«Cuando a comienzos de 2009 las apuestas ponían su diana en McLaren y Ferrari, protagonistas de la lucha encarnizada (¡qué queréis, de alguna manera hay que llamar a eso!) que se resolvió en la última curva de 2008 por un miserable punto de distancia, Webber formaba parte de la troupe mediática de un equipo cuya existencia parecía consistir en hacer las mejores pretemporadas para diluirse después como un azucarillo en agua.

David Coulthard se había retirado en la segunda curva de Interlagos y había sido sustituido por un siempre jovencísimo Sebastian Vettel. Mark lideraba el equipo entonces, y aunque apenas nadie se diera cuenta bajo el eclipse de luna que originó la aparición de los Brawn GP, llevaba debajo del culo una de las máquinas más hermosas y eficientes de todos los tiempos, el RB5.

Sin embargo, los comienzos fueron difíciles. En Melbourne, Vettel se llevaba puesto a Robert Kubica y Webber terminaba a duras penas ante su público, pero el Red Bull tenía un potencial extraordinario, y el australiano y su compañero iban a demostrarlo a pesar de verse obligados a doblar la rodilla ante la escudería del doble difusor. Mark ganaba la primera y segunda carreras de su dilatada vida profesional.

Para 2010, el aussie de la tierra de los canguros había comprendido que la vejez consiste en perder la esperanza y que hay que arriesgarse a soñar si uno pretende acariciar el cielo.  

Más torpe que Vettel, asimiló más tarde que él las bondades de un RB6 que iba a sentar cátedra en el cierre de la década, para una vez entender de qué iba realmente la cosa, lanzarse a degüello en una lucha a vida o muerte por recuperar la corona para Australia que había dejado olvidada Alan Jones. A Mark le rompían las piernas convirtiéndolo en un vulgar señuelo para cazar a Ferrari, devolviéndole a la troupe circense de la que creía haber escapado.

2011 ha sido un año duro para Webber, un tipo que teniendo conciencia de que vive un tiempo de descuento en el que cada nueva oportunidad vale su peso en oro, ha visto cómo las desperdiciaba una a una, una y otra vez, porque el RB7 había sido diseñado y construido para servir exclusivamente a Helmut Marko. A Mark le sobraban 14 kilos de nada, 14 miserables kilos, como sospechábamos.

Pero Webber quiere volver a ganar en este 2012 que abriremos en nada, y ya hay quien quiere verle haciendo de Cocodrilo Dundee por los siglos de los siglos, como si el australiano no pudiese albergar esperanzas, como si fuese un parado de los lunes al sol o un prejubilado al que lo cotidiano le aplasta, como si la fortuna quisiera seguir mostrándose esquiva, como si no hubiera un adelante y todo fuese un atrás, como si la ruina en la que le han sumergido tuviera trazas de ser eterna, y me digo: ¿quién coño nos creemos para cuestionar lo que sueña un hombre?»

Lo malo es que a estas horas, todo aquello sirve de bien poco. Aunque como decía al comienzo, nos queda un piloto que se siente feliz en la actualidad y ha sabido restañar sus heridas en Fórmula 1, vomitando su verdad en un puñado de páginas que a ver cómo me lo monto para leer este verano.

Os leo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero el Austaliano solo necesitaba rascar unos puntos en el GP de Corea 2010 y la jodio solito entonces... deberiamos hecharle la culpa a su equipo o a Vettel por haberse estrellado en dicho GP.

Saludos
OLO

Tadeo dijo...

Yho nho leh echarhia lah cuhlpa a Web de Coreha, nhi thampocho a Seb de Thurqhuia.

Cómo lo del futbol, las carreras son así, con h o sin h

chema dijo...

Efectivamente OLO el mundial 2010 lo perdió el solito, aunque le fastidie y escriba una enciclopedia completa. Y el resto de mundiales mejor no hablar....

Anónimo dijo...

¡Qué Hachondo hy sutil Heres Tadeo!
jajaja
¡La próxima seguro que me toca a mi!

Hun Saludo
Dr. Polyphenol