sábado, 14 de junio de 2014

El tablero de dibujo #25TLM [05]


Para estas horas el compacto esquema de la parrilla se ha ido convirtiendo con el transcurso de las vueltas en una serpiente multicolor que alardea de su vigor frente a los miles de aficionados que se arremolinan en el circuito o en sus inmediaciones.

Si para los equipos más potentes es el momento de ir afianzando las posiciones, para las escuadras pequeñas es el instante de comenzar a echar cuentas porque Le Mans es sobre todo estrategia: valorar las fuerzas propias y las de los rivales, calibrar cómo y dónde durar y cómo y dónde atacar o defender, y cuanto antes se detecten los problemas, antes se podrán solucionar.

El mundo de los invitados a la ceremonia de la exaltación de la velocidad y la consistencia es radicalmente diferente al de los elegidos a priori para la gloria. Corren en otra categoría pero comparten teatro de operaciones con los dinosaurios, de manera que su supervivencia se mide sencillamente bajo otros parámetros porque sus aspiraciones son también distintas.

A enfocar este extraño escenario lleno de complejidades ayuda sin duda que se hayan producido las primeras bajas entre la competencia o estén a punto de hacerlo y que la maquinaria y los pilotos de los que se mantienen en pie hayan empezado así mismo a mostrar sus debilidades y puntos fuertes. El dibujo de la carrera es ahora onfuso, lejos de estar mínimamente definido es todavía un esbozo pero sirve para comenzar a vislumbrar las posibilidades reales de cada cual y en este sentido, la dirección del equipo irá tomando cada vez más responsabilidad e importancia mientras los ingenieros de pista, mecánicos y pilotos, ejecutan sus respectivos trabajos y se preparan para acometer la fase más delicada de la prueba, la noche.

La diferencia de presupuesto entre una escuadra oficial y una privada puede resultar astronómica y a estas últimas les toca gestionar sus limitados recursos con la mayor maestría e inteligencia posibles, de forma que estirar la vida de un neumático, una caja de cambios o ahorrar una parada en garajes, puede suponer al cabo de las horas disponer o perder un montón de oportunidades o en el peor de los casos, entrar a formar parte del grupo que jamás llegará a ver el banderazo a cuadros.

La presión de los patrocinadores también es intensa. Todo el mundo quiere ganar o terminar las 24 Horas de Le Mans pero pocos entienden cuando firman sus talones que la aventura puede durar tan solo un puñado de vueltas. Los sponsor asumen el cuadro, lógicamente, pero a regañadientes porque nadie pretende salir de Le Mans con la maleta vacía ya que de ser así, jamás habrían apostado un miserable dólar por el éxito de la empresa.

El equipo lo sabe y ha entendido perfectamente que durar más sobre la pista significa complacer a quien paga y devolver en cierto sentido, parte de la confianza que ha depositado...

Y es que en el fondo, para un equipo de los denominados pequeños, más que para los otros que tienen asegurada su subsistencia económica a corto y mediuo plazo, la carrera de Le Mans es una apuesta cuyo peso recae sobre los hombros de quienes van a defender los colores sobre el asfalto francés o desde el interior del box jugando literalmente al póquer, enseñando cartas u ocultándolas, pero sobre todo, midiendo en todo momento que el optimismo no sea tan lesivo como un exceso de precaución.

Por ello, a estas horas, sobre los tableros de dibujo hay un montón de lápices recién afilados listos para perfilar la jugada maestra, pero también unas cuantas gomas de borrar preparadas para enmendar cualquier error que se cometa, porque evitarlos forma parte del juego.

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