sábado, 17 de mayo de 2014

Mal asunto


Lo florido del debate que hay montando a cuenta de la Fórmula 1 que hemos estrenado este año es literalmente morrocotudo. Las empalizadas fronterizas han comenzado a levantarse con pasmosa velocidad entre aquellos a los que no les gusta la poca potencia que arrojan los turbitos de este año, los que maldicen la hora en que a alguien se le ocurrio juntar electricidad y gasolina, los que adjuran de tanta aerodinámica y los que así se maten, siguen llamando mariconas a los pilotos, olvidando que con Alejandro Magno muy pocos se atrevían a entablar combate y que hay ositos que tumbarían a mordiscos a un grizzly.

Viejos problemas y viejas soluciones. No aciertas a ver la mosca que te atemoriza y acabas arremetiendo a cañonazos contra Twitter.

En mi humildad característica os diría que lo que me tira para atrás de todo esto es la mezcla, el conjunto, pero sobre todo la sensación de que una vez más nos la han metido doblada.

Los ingredientes en sí mismos son buenos y no hay más que ver esas vueltas finales al circuito de Sakhir durante el Gran Premio de Bahrein. Pilotos a por todas sobre rápidos monoplazas que nos hicieron olvidar por unos minutos la tendencia sexual de quien sujetaba el volante, el sonido y las demás mandangas que nos asustan en sueños. Una microcarrera al sprint, de apenas diez o doce vueltas, que nos puso los pelos de punta porque la realización no daba abasto y nuestros pobres ojos, acostumbrados a calibrar desiertos verdes o morados en el Live Timming, no sabían dónde mirar.

Leña por todas partes, riesgo y ganas de doblar la rodilla al rival, todo ello concentrado en un chupito de Laphroaig en vasito estrecho. ¿Qué digo chupito?, dos miserables gotas y después: nada más... ¿Quién sería tan estúpido como para no buscar la botella o arrodillarse suplicando más y más?

Todos somos conscientes de que la actual Fórmula 1 puede ponernos de rodillas como el desgraciadillo del párrafo de arriba. Bastaría que los ingenieros de pista cerraran sus radios para ponerse a jugar al mús y que las carreras fuesen radicalmente distintas. Bastaría que las estrategias se definieran en los briefings y que cada piloto corriera luego según hubiera entendido las instrucciones, para que el mundo resultase un conejo blanco que corre atacado por la prisa para perderse en el interior de un árbol.

Nos prometieron un cambio de rumbo que no ha llegado, un escenario distinto que no se percibe por ningún lado, y la han cagado porque no somos tontos y estamos creciditos y sabemos de sobra que ese mundo existe, que palpita dentro de la papilla que nos están dando en cuchara, que lo hemos visto y por tanto, rechazamos lo que nos están sirviendo porque no convence ni a los más ilusos, menos cuando el paliativo consiste en que veamos carreras de hace décadas para vislumbrar que tanto buscar el espectáculo, en vez de avanzar, con algo de suerte incluso acabamos descubriendo que hemos retrocedido.

La imagen de entrada corresponde a un Audi RSQ, el mismito que intervino en la película I Robot, y lo he traído de los pelos porque la de Ingolstadt se empeñó en que su papel no consistiese solo en servir de atrezzo a la peli futurista basada en el texto de Asimov. Alex Proyas y Willy Smith entendieron el mensaje: Audi quería que el RSQ resultara creíble además de bello, y en la escena del túnel, en la que el Príncipe de Bel-Air cae en una emboscada en la que será asaltado por decenas de robots que se han pasado la primera ley de la robótica por el forro de los cogieron, el dream car alemán protege al agente Spooner mientras este intenta una y otra vez la huída con la ayuda de su auto. Y la fortaleza resulta vulnerable pero a la vez, inexpugnable, terminando sobre el asfalto panza arriba o casi, pero después de haberlo dado absolutamente todo.

Y aquí quería llegar, porque nos falta ver dónde queda ese todo al que pueden llegar los monoplazas que corren el campeonato 2014 para que el espectáculo quede auténticamente servido y podamos empezar a discutir y levantar murallas al respecto de lo que falla o no.

Mal asunto en todo caso porque los lectores de Marca se hacen antialonsistas y los vettelistas siguen sin hacer autocrítica como nos pedían a los otros, a los de la película de Amenábar, y mientras tanto, Hamilton y Rosberg siguen barriendo para casa.

2 comentarios:

GRING dijo...

Amén

Unknown dijo...

E dicho!!! Como si lo estubiera escribiendo yo!!