sábado, 7 de diciembre de 2013

Y sigue


Se supone que debemos estar contentos, Jean Todt, actual presidente de la FIA, ha renovado cargo y funciones por otro mandato más, y lo ha hecho porque no tenía contrincante con quién medirse, así, por K.O., por incomparecencia de rivales, como ganaban los césares en la antigüedad, o casi.

El caso es que como decía antes, tenemos que darnos con un canto en las narices porque al parecer todo el mundo en el paddock y sus aledaños está feliz como una perdiz con esto de que le petit Napoleón siga al frente de la egregia institución por una temporada más.

Parece que fue ayer cuando Mosley, Max Mosley, estaba llamado a ser embalsamado en su poltrona para permanecer allí por los siglos de los siglos y cuando nadie lo esparaba anunció que se retiraba definitivamente porque su integridad había quedado en entredicho y sus nalgas al aire, y eso no hay british que lo soporte. Total, que a recoger el testigo se presentaron dos auténticos pesos pesados: a un lado del cuadrilátero Ari Vatanen, al otro, Jean Todt, ambos contendientes bregados sobre el asfalto, cuyos nombres sonaban a motor por los cuatro costados…

Pensábamos ingenuamente que ganábamos todos, pero ganó Todt, como es de sobra conocido. Vatanen tuvo que marcharse con el rabo entre las piernas y afirmando como buen político en ejercicio que es, que la cultura de la FIA no hay Dios que la cambie…

Y lo cierto es que algo de razón llevaba el finlandés porque hay cosas que no cambian ni cambiarán jamás en la Federation. El olor a naftalina en Place de la Concorde es una de ellas, la otra, esa sensación de que en el seno de la FIA priman las gabelas, los privilegios y las intrigas, más que el deporte. A ver si no cómo conjugamos lo ocurrido este mismo verano pasado, cuando sonó Michelin con fuerza para dinamitar la hegemonía de Pirelli y apareció David Ward como salido de un armario ropero para disputar a Todt su bien ganada corona.

Ahora que lo pienso tal vez fue al revés, primero ocurrió lo de Ward y luego lo de la firma francesa de compuestos, en todo caso el orden de los acontecimientos no importa porque en aquello hubo cambio de cromos sí o sí. Ecclestone, valedor del contrincante fantasma a la presidencia lo retiró en cuanto a Todt le pareció inmejorable que Pirelli siguiera haciendo de las suyas in saecula saeculorum, Amen, sin nadie que la hiciera sombra por aquello de evitar una guerra de neumáticos. La italiana se quedaba y estaba cantado que el francés también, así que aquí paz y allá gloria, que decía aquel, todos encantados de haberse conocido, vamos, lo que comentaba al comienzo, que se supone que debemos estar contentos nosotros también porque si al deporte le parece bien que Todt siga unos cuantos años más, quiénes somos nosotros para enmendar la plana a nadie.

En fin, como el conejito de Duracell, Jean Todt sigue y sigue, y sigue, y seguirá si nadie lo remedia, porque está visto que por mantenerse en el trono por el bien de todos nosotros, de Renault y del Vive la France!, el gabacho, como casi el común de los mortales, es también capaz de vender su alma al diablo canoso que siempre sabe de qué pie cojeamos.

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