domingo, 23 de junio de 2013

Un pétalo de rosa en Tertre Rouge


No me acostumbro a que los pilotos mueran. Ayer, cuando supe que Allan Simonsen había fallecido se me puso mal cuerpo, y hoy, cuando más apremiado que otros años he podido acercarme sólo a ratos a las 24 Horas, no he dejado de sentirme raro y desganado.

Escribo pronto esta tarde porque no quiero parecer el aguafiestas de turno. Sé que para dentro de unas horas toda Internet estará recordando a Allan, más que ayer si cabe. Quién más y quien menos lo aludirá como estoy haciendo yo mismo, mientras se reseña una carrera dura, tal vez la más dura del mundo, que este año ha quedado coronada por la tragedia. Nos dirán que Simonsen murió haciendo lo que más le gustaba, que va en el sueldo de todo piloto, que resultaba impensable. Unos acusarán a la seguridad del circuito y otros la declararán inocente, o reclamarán mayor seguridad en los coches GT frente a la en apariencia todopoderosa tecnología que rodea a los prototipos. Se hablará de error humano o de fallo mecánico; todos al unísono, lamentarán (lamentaremos) la irreparable pérdida del piloto danés del Aston Martin número 95...

Tal vez la sensación de riesgo del deporte automovilístico se haya disipado tanto en las carreras actuales, que una funesta circunstancia como la que vivimos ayer suponga un mazazo inevitable que nos devuelve a la realidad de una disciplina competitiva que siempre ha discurrido de la mano de la muerte, para qué vamos a engañarnos, pero el caso es cada vez lo digiero peor. Tertre Rouge es una curva complicada, no es rápida pero hay que tomarla rápido para alcanzar cuanto antes la velocidad adecuada en Les Hunaudieres y apurar la recta hasta la última gota. Se viene veloz de las Dunlop, se puede pensar que es posible sacrificar algo en la frenada para ganar unas décimas esenciales en los primeros compases de la prueba, cuando hay auténtica necesidad de descolgar a los rivales. Una ligera pérdida de control y sucede lo inevitable.

Y dentro de lo inevitable ocurre lo peor. El Aston Martin no es un Audi ni un Toyota, ni cualquiera de esos vehículos livianos que aguantarían que un carro de combate les pasase por encima (que se lo pregunten a McNish), y el accidente se lleva por delante la vida de un hombre...

Lo entiendo todo, incluso la victoria del Audi número 2, pero os juro que no me acostumbro.

4 comentarios:

Aficionando dijo...

Nadie se acostumbra a la muerte de un competidor. No puedo ni imaginar lo que fue la formula 1 de los años sesenta y setenta, cuando morían pilotos todas las semanas.
Ayer vi en un canal deportivo, me parece que garage tv, una vuelta completa a la isla de Man filmada desde la moto de un español, que iba comentando cada curva. Espeluznante. Indescriptible. Recordó que mueren cuatro pilotos en cada TT.

J-CAR dijo...

El día que nos acostumbremos a según que cosas es que estaremos muertos.
¡Saludos a todo el cortejo!

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Buenas noches, caballeros ;)

Carlos ;) Creo que la cara de Kristensen en el podio de Le Mans venía a decir esto mismo, lo que saben antes de cada carrera y olvidan por necesidad en cuanto el semáforo se pone en verde.

J-Car ;) Sin duda, compañero, muertos, pero en el peor sitio: por dentro.

Un abrazote y disculpadme lo silencioso que me he vuelto ultimamente, pero os leo, siempre os leo ;)

Jose

J-CAR dijo...

Exacto. Hay que cuidarse de esa clase de no-muertos, o muertos caminantes...
Un abrazote ;-)