sábado, 22 de diciembre de 2012

Con biberón y chupete


Ayer fue un día especial. Más allá de las diez de la mañana, Leo, el primogénito de Bel y Edu, me convertía en tío abuelo. Sobre las once y media, Gorliz se apagaba por completo para permanecer así, a oscuras en mitad de lo mejor del día, durante más de una hora. Cerca de la una del mediodía, Marnie y yo quedábamos encerrados en el ascensor del edificio hasta que nos rescataron pasadas las dos de la tarde...

Leo nacía en un día extraño que sin duda ni él ni yo olvidaremos jamás. Él, porque en su ingenuidad infinita no sabe en qué berenjenal se ha metido, ya que con absoluta insconsciencia, se ha visto encadenado a un 21 de diciembre de 2012, fecha como cualquier otra pero en la que se suponía que se acababa el mundo, que marcará como la luz de un faro su paso por esta vida. Yo, porque en la sabiduría inagotable que deberían otorgarme mis canas y los miles de libros que aún no he leído, sabré siempre a partir de ahora cuándo ocurrió precisamente que firmé un nuevo pacto con la vida, con la mía y con la de él, rechazando de plano seguir haciendo el bobo por la cuenta que me tiene.

Es lo que supone que una espinita a quien esperas para el 28 llegue el 21, que la cosa te vuelve del revés como a un calcetín, sin que se note apenas salvo por la orientación de las costuras. Parecido a lo que sientes cuando un apagón eléctrico te separa irremediablemente del ordenador y te lleva a irte a tomar un vermouth porque no hay nada mejor que hacer, que celebrar que sientes que sigues vivo, que la vida te empuja, y que en la tarjeta de visita puedes poner que eres tío abuelo junto a la consabida retahíla que sanciona de cara a la galería, que ejerces de bloguero, de diseñador gráfico, editor, ilustrador y por supuesto de escritor. Similar en todo caso, al ejercicio de responsabilidad y paciencia al que te somete la necesidad de tranquilizar a una perrilla que siente y mastica el peligro de hallarse atada a un espacio que normalmente tarda dos minutos entre que se abre y se cierra para volver a abrirse, pero que ayer, por avatares de la vida, tardó una incomprensible eternidad en liberarnos a ella y a mí del encierro al que nos había sometido por avería...

Leo no lo sabe todavía, pero con el permiso de su madre, su padre y yo le convertiremos en un aficionado a todo esto, y en cuanto pueda entenderme, doy por seguro que sabré buscarme la vida para contarle historias y secretos de la F1 como se las desvelaba a mi hijo Josu. Sí, a él, a mi sobrino nieto, al pequeño Leo, le diré que me enamoré de un coche azul que conducía un escocés en la portada de una revista francesa. Y que fue poquito más tarde que descubrí que el color rojo sabe distinto si es italiano y se pronuncia Ferrari, y que en este hoy que compartimos sin él saberlo, en la rossa milita un asturiano como su abuelo y su bisabuelo, y su bisabuela Juana, y sus otros tíos abuelos, del que dicen que es el mejor piloto del mundo aunque no haya conseguido revalidar título desde 2006. Y le desvelaré cómo toma Fernando las curvas y cómo cuida sus coches, y cómo este mismo año, en Valencia, el de su estirpe rindió incluso a sus enemigos más acérrimos, para perder la corona por tres miserables puntos en Interlagos.

Y le contaré también, que en el día de su nacimiento se hizo público que un tipo que sabía de traumas, alemán para más señas, se permitió la tontería de hacer un análisis sobre todos nosotros en base a tomar como ejemplo un spot publicitario, para venirnos a decir que no es sano soñar cuando soñar es lo más sano que hay en el mundo.

Sí, sé que le diré algún día a Leo que no hace falta que Icíar Bollaín, una de nuestra mejores directoras de cine y la niña de El Sur de Víctor Erice, dirija con maestría quirúrjica una fábula optimista y risueña que buena falta nos hace y que firma una empresa que se llama Campofrío, y que protagoniza un payaso que se dice llamar Fofito, para que el mundo resulte perfecto a poco que nos pongamos, y que él, Leo, mi Leo con permiso de sus padres, es la evidencia de que Dios aprieta pero no ahoga porque su primer aliento supuso ayer la apertura de un futuro imperfecto, o tal vez demasiado perfecto, quién sabe, que irremediablemente viviremos juntos, él y yo, que compartiremos sin duda, él y yo, y que promete todo a cambio de apenas nada aunque a algunos alemanes les cueste creerlo.

Leo, mi pequeño, el año que viene, cuando cumplas un año de vida el 21 de diciembre de 2013, soñaremos que Fernando habrá conseguido su tercera corona y lo celebraremos tú, tu padre y yo, con biberón y chupete, como hay que hacerlo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Jose,

Zorionak, socio.

Un abrazo,

ABB

Anónimo dijo...

Por si tenías poco, ya tienes trabajo extra. Felicidades José!!

King Crimson

Anónimo dijo...

Enhorabuena Orroe!! Felices Fiestas!

un Besote,
Susana

J-CAR dijo...

Soñar y vivir...
"Cuando era chico, iba todos los años con mi padre a ver el GP de Italia en Monza. Tenía el mismo sueño a menudo.Estaba en las gradas en el momento de la salida,en frente justo de los stands. Los Ferrari ya estaban colocados en la parrilla, pero uno de ellos estaba vacío,Así que Enzo miraba hacia las gradas, como buscando entre los miles de tifosi vestidos de rojo. En un momento dado, se paraba, me señalaba y gritaba "¡Jean, necesito que vengas a pilotar mi Ferrari!" Entonces yo bajaba las gradas para ir a la parrilla..., y eso es todo. Puedo no haber sido campeón del mundo, ni haber ganado en Monza, pero he visto mi sueño hecho realidad."
(Jean Alesi).
¡Felicidades a los nuevos padres!
...y al nuevo tío-abuelo!XDDDD